
MEMORIA
Julio 2021 | Nº 1210
Presbítero Ulises Herrera Leclerc | Un avanzado para su época
(Santiago, 20 de julio de 1931–15 de enero de 2021)

A lo largo de su ministerio Ulises sirvió en diversas parroquias, pero hubo dos que lo marcaron mucho: Santo Tomás de Aquino, en calle Gamero con Vivaceta y Nuestra Señora del Carmen, en Plaza Ñuñoa.
En la primera sirvió recién finalizado el Concilio Vaticano II, con todos los cambios que este significó, sobre todo en relación a la reforma litúrgica: Eucaristías en lengua vernácula, no en latín; sacerdote vuelto al pueblo y no en el altar mayor al fondo del presbiterio, sino cercano a la gente, con bancas en semicírculo para lograr un sentido más comunitario. Todo esto produjo gran resistencia en sus feligreses más tradicionalistas que no comprendían el valor de una Iglesia que, en signos y gestos, quería asumir la eclesiología de ser Pueblo de Dios. En esto, Ulises fue un avanzado para su época. En la misma parroquia trabajó incansablemente en pastoral juvenil y fue así como los jóvenes hicieron de ella su casa, su gran familia.
En Nuestra Señora del Carmen prestó un notable servicio en la pastoral familiar en conjunto con movimientos apostólicos y el camino neocatecumenal.
Su ministerio se vio profundamente limitado a causa de un accidente vascular, afección que a la larga lo redujo a una silla de ruedas. Padeció un largo calvario que terminó al fallecer en la casa sacerdotal Santo Cura de Ars, en Santiago. Allí fue muy fiel a la vida comunitaria, en particular a la celebración de la Eucaristía. Su pascua fue el 15 de enero pasado a la edad de 90 años.
P. Ignacio Muñoz
Sacerdote de la Arquidiócesis de Santiago
Matías Valenzuela Damilano | El hombre que escuchaba
(Viña del Mar, 24 de enero de 1973–28 de enero de 2021)

Hablar de Matías Valenzuela es difícil. Y eso es paradójico ya que estamos acostumbrados a hablar sin parar, a interrumpirnos, a chicanearnos, a terminar las frases que empezaron otros. En ese sentido, Matías tenía una actitud contracultural. Él escuchaba. Me atrevo a decir, incluso, que disfrutaba escuchando, y que por su modo de hacerlo podría ser considerado un militante de la escucha. Ser militante de una causa es entregarse a ella con la vida entera, porque se esta? convencido de que eso realmente vale la pena, es importante, y merece nuestro tiempo, nuestra energía, nuestra vida. A veces pienso que Matías creía que escuchar a alguien era, en ese preciso momento, lo único importante que tenía que hacer. Y eso implica pensar que la otra persona es sagrada; que aquello que esta? en su interior y quiere compartirnos es un tesoro que es necesario acoger con un amor y respeto absoluto. Su escucha era un modo de contemplación que le permitía mirar en lo más profundo del hermano, a quien le regalaba ese gesto tan valioso y singular.
Recuerdo hasta la posición de su cuerpo cuando se disponía a la escucha: quebraba levemente el cuello hacia un costado, miraba a los ojos con ternura, colocaba las manos cruzadas delante de su guatita, los pies apenas separados. Casi como un soldado de la escucha, en posición para dar la batalla del amor que significaba entrar en el interior de una persona frágil y sagrada que le abría su corazón y su vida. Me resultaba incluso gracioso verlo ponerse “en posición”. Sucedía en cualquier momento: llegaba alguien que necesitaba ser escuchado o escuchada y entonces, apenas lo detectaba, cambiaba inmediatamente su posición. Se alistaba para la batalla... se disponía. Con el cuerpo, con el alma. Era muy hermoso verlo. Parecía que hasta su cuerpo decía: ha llegado el momento. Se detiene todo. Es hora de escuchar. Y esto me parece importante porque, al mismo tiempo, quien necesitaba ser escuchado advertía en él una actitud silenciosa que se manifestaba en su aspecto físico y le permitía sentirse acogido.
Muchas veces lo que expresa nuestro cuerpo no es lo mismo que lo que dicen nuestras palabras. Entonces, lograr que todo el ser, cuerpo y alma, armonicen de modo tal de poder manifestarlo y así hacer sentir al otro seguro, tranquilo, contenido, es algo que encuentro extraordinario. Y me lo mostró Matías Valenzuela, un enamorado de la escucha, de lo humano. Un hombre consecuente hasta en el arte de escuchar.
Pienso que en este mundo extraño y contradictorio militar la escucha es una forma de preciosa rebeldía, de intentar ir en contra de un paradigma social que nos propone vivir acelerados, escuchando audios de Whatsapp al doble de velocidad, sin tiempo para nada y mucho menos para escucharnos. Creo que no conozco a nadie más que escuche con la ternura, la atención, la disposición corporal y espiritual con la que lo hacía Matías. Ojala? podamos intentar que nuestro cuerpo y todo nuestro ser se disponga a escuchar de modo tal que pueda hacerle sentir al otro que su voz, su historia, sus lágrimas, sus risas, su silencio son sagrados y que en ellos habita Dios.
Valeria Martins
Parroquia San José Libertad,
Merlo, Buenos Aires, Argentina
Gerardo Rodrigo Herrera Hevia | Señor, haz de mí un instrumento de tu paz
(Santiago, 26 octubre de 1960–8 de marzo de 2021)

Nos conocimos el año 1988 en la empresa donde yo trabajaba, pero no fue sino hasta el año 1990 que iniciamos nuestra relación y, ocho meses después, nos casamos en la parroquia El Buen Pastor de Macul. Un año más tarde nació nuestra hija Gabriela y en 1995 Aarón, quienes fueron bautizados en la misma parroquia. Con ocasión de la catequesis de Gabriela, el Párroco Humberto Gutiérrez nos invitó a ser catequistas de primera comunión y accedimos con gusto. Además, Rodrigo puso a disposición su voz y guitarra, formando junto a otros hermanos el coro parroquial. Luego se nos pidió coordinar la catequesis y la pastoral parroquial, ser ministros extraordinarios de la comunión, colaborar en los comedores solidarios y otras labores pastorales.
En febrero del 2009, nuestro párroco Rodrigo Domínguez nos invitó a pensar y orar sobre el ministerio diaconal y en marzo de ese año comenzamos el discernimiento en la Vicaría Oriente. Un año después, Rodrigo ingresó a la Escuela para el Diaconado, contando siempre con mi compañía y apoyo. Allí, a la par, estudiamos 11 semestres y, durante el último año, hasta que el 26 de septiembre de 2015, fue ordenado diácono permanente junto a 17 hermanos, por la imposición de las manos de Monseñor Ricardo Ezzati. Ejerció su ministerio en la Parroquia El Buen Pastor de Macul hasta el año 2018, fecha en que nuestro vicario, el Padre Manuel Paz, nos pidió servir en la Parroquia San Francisco Solano de La Florida, a lo que accedimos después de conversarlo y orarlo en familia. A los dos años de ordenado, se nos pidió acompañar al primer año de la escuela del diaconado para caminar con ellos en su formación. En esas tareas estábamos cuando el 8 de marzo de 2021 Rodrigo partió al encuentro con el Señor, con toda su humildad, sencillez y disponibilidad al servicio, que era su gran característica.
Lo recuerdo como el amor de mi vida, esposo, amigo y confidente. Siempre pendiente de lo que sucedía a su alrededor, un hombre gentil, cariñoso siempre poniendo las necesidades su familia antes que las suyas. Gabriela nuestra hija lo recuerda como su gran confidente automotor, apasionado por los autos y sobre todo el amor a la música que ambos compartían de forma latente. Gabriela y su padre eran cómplices de miradas y sueños. Nuestro hijo Aarón lo recuerda como su compañero de deportes, acompañándolo siempre en cada una de sus locuras; un ‘papá apañador’, es decir, que lo impulsaba y respaldaba en cada una de sus ideas, por locas o extrañas que fueran; para Aarón su padre estaba siempre ahí.
Rodrigo era de la idea de que nada era imposible de realizar y buscaba una forma de ayudar a los demás y hacerlos felices. Creo que esto se debe a que siempre tuvo puesta la mirada en el lavado de pies de Jesús a sus discípulos, una enseñanza que valoraba y ponía en práctica. Le llamaba la atención que Jesús, siendo Dios, se hizo servidor de sus amigos dejándonos una enseñanza de humildad y servicio.
Su diaconado se puede resumir en una frase que él utilizaba con frecuencia y que fue el lema de su ordenación: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”.
Patricia Silva
Viuda de Rodrigo Herrera H.
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Otros clérigos fallecidos en 2021
Diác. Javier Gil Llambias († 03 de marzo)
Diác. Gerardo Herrera hevia († 08 de marzo)
Pbro. Antonio Durana Arrieta († 07 de abril)
Diác. Alejandro Flores Muñoz ((† 19 de abril)
Diác. Enrique Pizarro Ruz († 27 de abril)
Diác. Rafael Arredondo Rebolledo († 25 de mayo)