LA PASIÓN POR LOS ESTUDIOS PATRÍSTICOS.
TESTIMONIO.
ANNELIESE MEIS W.
Doctora en Teología Dogmática por la
Pontificia Universidad Católica de Chile.
Profesora titular de la Facultad de Teología
de la misma universidad.[1]
Julio 2021 | Nº 1210
El presente testimonio ha sido elaborado a pedido de Patricia Ciner, presidenta de la Asociación Internacional de Estudios Patrísticos (AIEP), en respuesta a las preguntas.
1. ¿Cuándo y por qué decidió dedicarse a los estudios patrísticos?
Mi decisión de dedicarme a los estudios patrísticos remonta a la explicación del texto original griego de la Odisea de Homero hecha por Óscar Velásquez, la que me produjo admiración por los estudios clásicos que profundicé durante muchos años hasta hoy. Mi dedicación cristalizó luego en mi tesis doctoral en Teología Dogmática sobre la confesión de fe en el Espíritu Santo en el siglo II.[1] Guiada por Jorge Medina, él me permitió penetrar en el mundo fascinante y desafiante de los Padres de la Iglesia, quienes iban adquiriendo creciente importancia en la elaboración de los documentos del Concilio Vaticano II, trabajo en el que Medina participó apoyado por Henry de Lubac y Hans Urs von Balthasar.
La tesis me exigió ejercitar el método histórico crítico de las formas, método no muy afín a mi forma mentis inclinada a la filosofía. De hecho, intuí que al método le faltaba aquel ‘vuelo especulativo’ que Juan Ochagavía nos trasmitió en sus clases del desarrollo del dogma cristológico trinitario y que, según mi parecer, corresponde al sentido ‘espiritual’ en la interpretación de los textos según Orígenes. Este vuelo especulativo no estaba permitido en la Facultad de Teología en aquel entonces, donde Sergio Zañartu comenzó a capacitarnos en el rigor metodológico de ‘ir al texto’ en busca de ‘ideas claras y distintas’. Con dicho método, este gran maestro fundamentó el gran desarrollo de la patrología en la Facultad de Teología en Santiago.
2. ¿Quiénes fueron sus maestros?
Mis maestros fueron Óscar Velásquez y Sergio Zañartu, con quienes, gracias a mi sólida formación germana, formé parte de aquel trío de estudiosos diversos, pero unidos por el mismo objetivo que se consolidó a lo largo de los años gracias a las iniciativas conjuntas. Entre ellas destacan los Seminarios patrísticos internacionales, cuya décima versión fue en 2017.
Pese a ponerme conscientemente a la sombra del profesor Zañartu, haciendo mío su proyecto y aprendiendo su método, encontré mi camino en la docencia de Patrología en la Facultad de Teología durante años, reforzando la índole metodológica de dicho curso que lo distinguía de los restantes del currículum. Pronto tomé vuelo propio por medio de numerosos proyectos Fondecyt y cooperación científica internacional –más de diez– llevados a cabo primero individualmente y luego junto a investigadores jóvenes. Estos proyectos, centrados en los problemas de los maestros sobresalientes de la patrística como Orígenes, Gregorio de Nisa y Dionisio Areopagita –cuyas huellas seguí encontrando en los fascinantes sistemas especulativos de los autores de la Edad Media, Guillermo de Saint Thierry, Hildegard von Bingen, Alberto Magno y Buenaventura hasta llegar a Hans Urs von Balthasar–, me permitieron entrar en el vasto mundo de los Padres y Doctores de la Iglesia que eran de mi interés. Esta veta fue enriquecida por los coinvestigadores y un hito importante fue el lanzamiento de la primera publicación conjunta El dinamismo del encuentro entre Dios y el hombre.[2] Los proyectos Fondecyt me abrieron el complejo mundo investigado a partir de sus fuentes y me proporcionaron los medios para costear las visitas de especialistas internacionales, estrechando lazos con sus respectivos centros. Dichos proyectos facilitaron también estadías en las universidades Gregoriana, Tübingen, Münster y el Albertus Magnus Institut, Bonn, además de participar en las tres Origeneana, con mis respectivas exposiciones en Boston,[3] París,[4] y Marburg.[5] Allí supe del deseo de Henry Crouzel de celebrar dicho evento en Santiago.[6]
Me he centrado en aquellos temas que configuran el eje transversal de mis investigaciones: el Espíritu Santo, proclamado Dios como el Padre y el Hijo por el primer Concilio ecuménico de Constantinopla. Este concilio ha sido el hacia dónde y desde dónde de los temas de mis investigaciones en cuanto fuente inagotable de mi docencia de la Teología Dogmática durante 43 años.
Luego, mi prolongada estadía en el Gregor Institut de la Universidad de Münster me permitió conocer la labor fatigosa y minuciosa de Friedhelm Mann, autor y editor del Gregor lexikon, lo que me llevó a embarcarme en el estudio de la gracia en Gregorio de Nisa a través de las 754 citas de kharis, estructurándolas para un libro que espera aun su publicación.
El contacto multifacético ha significado para mí una oportunidad de aprendizaje extraordinaria, sobre todo cuando, promovida por Henryk Anzulewicz, pasé desde la Patrística propiamente tal a la investigación de su influencia en la Edad Media a través de Dionisio Areopagita y Platón en el pensamiento de Alberto Magno.[7] A su vez, la investigación de la estructura platónica en el Doctor universalis, promovida también por Anzulewicz, sirvió a mi labor de Profesora Visitante en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid. Allí no pude ocultar mi emoción al encontrarme con el lugar y algunos estudiosos que editan la serie bilingüe Fuentes Patrísticas y la colección española Ciudad Nueva, que han sido de insuperable utilidad para alumnos que desconocen el griego o latín.
3. ¿En qué temas ha centrado más sus investigaciones?
Me he centrado en aquellos temas que configuran el eje transversal de mis investigaciones: el Espíritu Santo, proclamado Dios como el Padre y el Hijo por el primer Concilio ecuménico de Constantinopla.[8] Este concilio ha sido el hacia dónde y desde dónde de los temas de mis investigaciones en cuanto fuente inagotable de mi docencia de la Teología Dogmática durante 43 años. Ello en el contexto de una Facultad latinoamericana cuya falta de docentes se transformó para mí en una oportunidad al tener que enseñar casi todas las disciplinas sistemáticas, plasmando sus aspectos más relevantes en la dirección de numerosas tesis de magister y doctorado. Fue un aprendizaje arduo y laborioso, pero sumamente enriquecedor.
Descubrí la relación del Espíritu Santo con nuestro espíritu creado como principio estructurante de las materias dogmáticas trinitarias, antropológica-teológicas y eclesiales que me tocó enseñar. Dicha temática, profundizada en las confesiones tríadas de fe 1 Co 12,4-6, 2 Cor 13,13, Ef 4,4-6 y Mt 28,19 insertas en contextos celebrativos eucarísticos y bautismales, me ofreció la certeza de que la fe en el Espíritu Santo se cristalizó por medio de los Padres del siglo II desde la vida eclesial y continuó plasmándose tanto en los Padres latinos como griegos.
Aprendí de Orígenes y Gregorio de Nisa el no saber sabiendo de Dionisio, lo que me hizo cuestionar la racionalidad clara y distinta que solemos usar cuando hablamos de Dios. En efecto, la razón humana, no logra su objetivo si su índole lógica no es completada por el amor, según el axioma amor ipse intellectus est de Guillermo de Saint Thierry.
Investigué la verdad del Dios Amor –única definición dogmática de Dios– en el De spiritu et littera de san Agustín, sintetizada por medio de la bella afirmación de que el Espíritu Santo nos ama, no al modo de una caja de resonancia, sino que nos transforma en amantes suyos. Los temas de la justificación, la comprensión del pecado original, originante originado, en cuanto privación del Espíritu Santo, me permitieron descubrir la oferta de inmortalidad de Dios al hombre, articulada por el paraíso como proyecto originario del hombre ser-en-el-mundo, así como comprender el nexo misterioso del ser individuo y colectivo a la vez. Los temas de gracia y pecado, investigados preferencialmente en Agustín,[9] los fui descubriendo a su vez en los Padres griegos en cuanto constituyentes del proceso de la divinización del hombre. Fue clave reconocer entonces la relación del Espíritu Santo con nuestro espíritu a modo paradojal, resaltado por el Niseno a través de la máxima paradoja, por medio de la cual Cristo nos liberó del pecado asumiendo la bajeza pecaminosa de lo humano en la Encarnación por medio del Espíritu para una libertad liberada. Sin duda, tal liberación del espíritu humano por el Espíritu Santo a través de la gracia, que es Cristo mismo, constituye el núcleo de todos mis temas investigados y enseñados.
Este núcleo comenzó a configurarse en profundidad por la dirección de mi primera tesis El Bien siempre mayor y sobreabundante de Gregorio de Nisa, con la que su autor, Alberto Capboscq, abrió el pensamiento del Niseno hacia profundidades desconocidas.[10] Estas intuiciones, originadas en el “cuánto más” paulino de Rm 5,12-21, marcaron mi quehacer teológico, que traté de profundizar en cuanto relación del Espíritu Santo con el espíritu humano también en su dimensión colectiva social, especialmente referente a los temas eclesiológicos, donde la presencia actuante del Espíritu Santo es omnipresente en las estructuras visibles de la Iglesia –hecho que invalida la crítica al Concilio Vaticano II respecto a la ausencia del Espíritu Santo–.
La relación del Espíritu Santo con nuestro espíritu se modula en cuanto principio estructurante por medio de los temas investigados que se entretejen con todos los temas de la antropología teológica –como se aprecia en la 3ª edición–[11] y en la trilogía El rostro amado.[12] Aspectos puntuales decisivos para mi quehacer teológico son el ginestai de Orígenes,[13] la importancia del tiempo en la superación del problema del mal, y el synchronos en Gregorio de Nisa en cuanto dimensión cualitativa de simultaneidad entre tiempo y eternidad. Aprendí de Orígenes y Gregorio de Nisa el no saber sabiendo de Dionisio, lo que me hizo cuestionar la racionalidad clara y distinta que solemos usar cuando hablamos de Dios. En efecto, la razón humana, no logra su objetivo si su índole lógica no es completada por el amor, según el axioma amor ipse intellectus est de Guillermo de Saint Thierry.[14]
4. ¿Cómo y cuándo comenzó su participación en la Asociación Internacional de Estudios Patrísticos?
Recibí una invitación de Óscar Velásquez quien, a partir de un pequeño grupo inicial, convocó a nuevos miembros –en gran parte exalumnos–, que luego se completaron con el regreso de Cristián Sotomayor desde Roma, Claudio Pirantonio, nacido y formado en Roma, y recientemente Javier Morales llegado de París. Estos últimos investigadores enriquecieron mis conocimientos en los estudios patrísticos y desafiaron mi mentalidad germana con sus metodologías italianas o francesas; desafíos que considero pocos comparados con lo que viví en Oxford durante mi participación en la XIII Conference,[15] profundizada luego en una publicación en Ephemerides de Lovaina.[16] Dicha experiencia me hizo tomar conciencia de la importancia de la AIEP que coordina tanta variedad de iniciativas investigativas por medio de una organización compleja, durante muchos años al cuidado de una mujer, Elizabeth Livingstone. Seguir disfrutando gratuitamente de los considerables beneficios lo debo también a la gentileza de otra mujer, la actual presidente del AIEP, Patricia Ciner.
5. ¿Cree usted que los estudios patrísticos han influido en su vida? ¿En qué aspectos?
Sí, los estudios patrísticos han influido de modo decisivo en mi vida de mujer religiosa, Misionera Sierva del Espíritu Santo, desafiada como extranjera por el contexto ajeno a la idiosincrasia germana. Siendo los Padres misioneros por excelencia, aprendí la búsqueda de las ‘semillas del Verbo’ en un contexto cultural más complejo que aquel con el que me iba encontrando en Chile. Si bien es cierto, la mayoría de estos testigos son varones, nunca me sentí incómoda ni postergada por su forma de pensar y proceder. Me encontré con una delicadeza respetuosa ante la condición de mujer en los rituales bautismales y la catequesis, pero, sobre todo, con figuras femeninas de gran influencia en la familia de Gregorio de Nisa. Sí me impactaron deformaciones carismáticas en las mujeres del montanismo a fines del siglo II que no respetaron la diferencia congénita complementaria en la misma dignidad con el varón. Una cientificidad sería igual o superior a la de los varones la observé en numerosas mujeres dedicadas a los estudios patrísticos por doquier, especialmente en aquella única mujer autora presente en el Minge, Hildegard von Bingen, “mística dogmática”[17] de una racionalidad ardiente.[18]
La influencia de los estudios patrísticos, el contacto con los Santos Padres y estudiosos actuales me ayudaron profundizar aquellas actitudes que invitan a concretar en mi vida este ser “a modo del Espíritu Santo”.
La influencia de los estudios patrísticos, el contacto con los Santos Padres y estudiosos actuales me ayudaron profundizar aquellas actitudes que invitan a concretar en mi vida este ser “a modo del Espíritu Santo”. Quisiera destacar como ejemplo a Orígenes y Dionisio Areopagita, pero también a estudiosos en Patrística, como aquella discusión entre Rudolf Schnackenburg e Ignacio de la Potterie en torno a la interpretación ‘espiritual’, defendida respetuosamente por el segundo ante la imposición del ‘único sentido científico’ posible de su adversario. Por su parte, una carta personal de Henri de Lubac –actualmente en el archivo de dicho estudioso– me insistió en seguir adelante con mis estudios del Espíritu Santo. Otra carta personal de Ives Congar me advirtió que mi tesis doctoral sería más valiosa que el voluminoso libro El Espíritu Santo hecho a la rápida, aunque esta obra domina los estudios pneumatológicos hasta hoy.
6. ¿Qué consejos les daría a las nuevas generaciones de estudiosos en patrística?
Mis consejos los expresa Samuel Fernández, profesor e investigador distinguido a nivel nacional e internacional, cuando manifestó en el último Seminario Internacional de Estudios Patrísticos en Santiago su preocupación por prestar atención a que la teología de los Padres inspiró el redescubrimiento de ellos en plena modernidad por medio de la serie Sources Chrétiennes. Las nuevas generaciones deberían fomentar un estilo científico de comunicabilidad viva y eficaz, siendo los Padres pastores y misioneros apasionados. Un permanente recibir y dar debería plasmarse en la convicción de san Pablo: “¿Qué tengo yo que no haya recibido?” (1 Co 4,7), y hacerse cargo de la insistencia del Indículos: “Lejos de gloriarse en sí mismo y no en el Señor”.[19]
[1] Meis, A. 1980. La fórmula de fe “Creo en el Espíritu Santo" en el siglo II. Su formación y significado. Santiago: Universidad Católica de Chile.
[2] Meis, A., Castellano, A. & Pinilla, J. F. 2000. El dinamismo del encuentro entre Dios y el hombre en los comentarios al Cantar de los Cantares de Orígenes, Gregorio de Nisa y Juan de la Cruz. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile.
[3] Meis, A. 1992. El concepto “ginesthai” en Orígenes, PArch III l,l-24. En Papers of the 5th International Congress Boston College, pp. 142-149. Lovaina: University Press.
[4] Meis, A. 1995. Orígenes y Gregorio de Nisa, “In Canticum”. En Origeniana Sexta: Origène et la Bible. Actes du Colloquium Origenianum Sextum Chantily 30 août-3 septembre 1993, pp. 599-616. Lovaina: Unversity Press.
[5] Meis, A. 1999. Das Paradox des Menschen im "Canticum-Kommentar" Gregors von Nyssa und bei Origenes. En Origeniana Septima: Origenes in den Auseinandersetzungen des 4. Jahrhunderts, pp. 469-496. Lovaina: University Press.
[6] El deseo estuvo a punto de cumplirse este año, pero fue impedido por la pandemia.
[7] Meis, A. (Trad.-Ed.) 2008. Alberto Magno. Sobre la teología mística de Dionisio. Super mysticam theologiam Dionysii. Santiago: Anales de la Facultad de Teología 49 (2), Universidad Católica de Chile. Debo esta obra a la colaboración y revisión crítica de Heryk Anzulewicz, destacado editor e investigador.
[8] El concilio (381) selló la cristalización del dogma de la comunicabilidad del Dios Amor y en él participó Gregorio de Nisa. Pude vivenciar el aniversario de los 1500 años del concilio gracias a un congreso celebrado en Roma, aportando una modesta comunicación sobre la formación y significado de la fórmula de fe “Creo en el Espíritu Santo” en el siglo II, publicada por gentileza de Luis Ladaria en los Acta de dicho congreso (Credo in Spiritum Sanctum, vol. I, Roma 1983, pp. 303-325).
[9] Meis, A. 1982. La libertad como gracia en “De spiritu et littera” de san Agustín. Anales de la Facultad de Teología xxxiii: 77-95. Meis, A. 1983. La “Impeccantia” como posibilidad humana según “De Spiritu et littera” de Agustín. Teología y Vida 24: 53-68.
[10] Capboscq, A. 1992. El Bien siempre mayor y sobreabundante (In Cant.174,16). Aproximación al nexo entre belleza, bondad y verdad en el pensamiento teológico de Gregorio de Nisa, In Cant. Or. V-IX. Anales de la Facultad de Teología xliii.
[11] Meis, A. 2013. Antropología teológica: acercamientos a la paradoja del hombre. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile.
[12] Meis, A. 1994. El rostro amado. Aproximación a la antropología teológica. Santiago: Universidad Católica de Chile. Meis, A. 1995. El rostro esplendoroso. Ser católico: don cotidiano. Santiago: Universidad Católica de Chile. Meis, A. 1995. El rostro velado: búsqueda inconclusa. Santiago: Universidad Católica de Chile.
[13] Ver notas 4 y 6 respectivamente.
[14] Meis, A. 2002. Razón y amor en la Teología Medieval. Teología y Vida 43: 540-578.
[15] El título de la ponencia fue “El ocultamiento de Dios en los Comentarios al Cantar de los Cantares de Gregorio de Nisa y Pseudo-Dionisio Areopagita”. La XIII International Conference of Patristic Studies, Oxford, se realizó entre el 16 y el 20 de agosto de 1999.
[16] Meis, A. 2001. Die Verborgenheit Gottes in den Kommentaren zum Hohenlied in Gregor von Nyssa und Dionysius Areopagita. Ephemerides Theologicae Lovainenses 77: 73-107.
[17] Meis, A. 2007. Symphonia de Sancta Maria. La “Mística dogmática” de Hildegard von Bingen. Anuario de Historia de la Iglesia 16: 245-263.
[18] Meis, A. 2004. Symphonia Rationalitatis. Aproximación a la relación razón y amor en Scivias de Hildegard von Bingen. Gregorianum (Italia) 85: 506-538. Meis, A. 2015. Die Menschwerdung Gottes nach Hildegard. Verheissung und Auftrag. En Unversehrt und unverletzt: Hildegards von Bingen Menschenbild und Kirchenverständnis heute (Erudiri Sapientia, 12), B. Rainer, ed., pp. 485-521. Münster: Aschendorff.