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ALEX VIGUERAS, SS.CC.
Sacerdote de los Sagrados Corazones, Doctor en Teología y párroco moderador en la parroquia Espíritu Santo, de Diego de Almagro, Atacama, Chile.



Diciembre 2022 | Nº 1216
 
Era extraña la sensación al caminar con Luis Flores (uno de los miembros del equipo organizador de la Asamblea) por la costanera de Algarrobo. El día era frío y gris, pero por dentro, sentía que no me podía contener el gozo. Comentábamos lo vivido en la Asamblea finalizada el día anterior, recordando los momentos memorables, los difíciles, los cruciales, los agotadores. Pero nada hacía que perdiéramos el buen sabor de lo vivido. Estaba contento, porque varios de los elementos metodológicos que propusimos para la Asamblea funcionaron. Comento algunos aspectos que me parecen más importantes.
 
CREATIVIDAD “CON CAMPANITA”
 
Así se llama el grupo de WhatsApp que reunió al equipo “chico” que organizó la Asamblea. El nombre viene de la experiencia que han tenido en algunas empresas que trabajan buscando soluciones creativas para cualquier tipo de problemas. En una fase inicial del proceso se permite dar cualquier tipo de solución. Ninguna propuesta puede ser discutida en esta etapa. Y si alguien lo hace, el moderador hace sonar una campanita.
En este equipo vivimos una experiencia de libertad muy grande. Cada uno estaba receptivo para lo que el otro proponía, nos dejábamos seducir por la idea de la otra persona. Y esto fue relevante en un contexto eclesial en que, a veces, nos acostumbramos demasiado a caminar dentro de ciertos límites, a ser políticamente correctos.
Esa libertad creativa se expresó, por ejemplo, en los signos que acompañaron la liturgia, en el cuidado por la belleza del espacio, en las dinámicas propuestas para conversar los temas, en el trabajo previo de las comunidades.
 
LOS DESBORDES DEL ESPÍRITU
 
A menudo, frente a determinados problemas, tenemos las mismas respuestas, y nos confrontamos con esas dificultades de la misma manera y, de igual forma, no las resolvemos.
Por el contrario, la acción del Espíritu suele ser por desborde. En efecto, una y otra vez abre nuevos caminos de resolución de los problemas o nos hace ver el problema de un modo nuevo. Algo de eso ocurría con Jesús y la manera como utilizaba las parábolas. Normalmente no confrontaba a los que pensaban distinto a él de modo directo; los llevaba más bien a hacer un camino por el relato parabólico para, en determinado momento, sorprenderlos con una perspectiva nueva.
El proceso de Discernimiento Nacional y el camino del Sínodo ha tenido en Chile muchas resistencias. En varios informes diocesanos aparecen dificultades por personas, o grupos de personas, que no creen en estos procesos. La mayoría de las veces hemos sido los sacerdotes los que hemos obstaculizado este proceso.
En este escenario nunca se llegó a la confrontación. Más bien se buscó entusiasmar, seducir, mostrar cómo este era un proceso luminoso que nos haría bien a todos. Y, en el proceso previo a la Asamblea –y también ahora en el posterior–, apenas surgía un presbiterio que mostraba algún interés (que antes no tenía), se le acogía, se le prestaba apoyo, se le daba ánimo y confianza.
 
EL DESBORDE PRINCIPAL: CADA PERSONA
 
Se optó por una “personalización” de proceso. Es decir, intentar que la Asamblea fuese, en primer lugar, un encuentro de personas creyentes. Personas cuya vocación está ya inscrita en el Bautismo.
 
En una Asamblea como esta se corría el peligro de que se transformara en un campo de confrontación de ideas. Podíamos entrar en discusiones interminables a partir de ideas preconcebidas, de respuestas ya sabidas, de conceptos claros y distintos. Por eso, se optó por una “personalización” de proceso. Es decir, intentar que la Asamblea fuese, en primer lugar, un encuentro de personas creyentes. Personas cuya vocación está ya inscrita en el Bautismo. Las ideas pueden ser claras y distintas, las personas no; las ideas del otro pueden ser arrasadas, la persona del otro no.
En el pensamiento de Emmanuel Lévinas, la otra persona tiene siempre una dimensión salvífica para mí, porque una y otra vez quiebra mis síntesis, mis claridades, mis comprensiones y, por ello, impide que me quede estático. Y lo hace aun sin decir nada. La otra persona tiene siempre una dimensión que se me escapa; nunca lo puedo comprender del todo y, por eso, es siempre futuro. Karl Rahner dirá que la persona humana es “el evento de la autocomunicación gratuita e incondicional de Dios”, subrayando con eso su dimensión inefable, podríamos decir, escatológica. Cuando se refiere a las afirmaciones escatológicas de nuestra fe, Rahner dice que nuestra aproximación al presente debe ser siempre desde la “futuricidad” del presente. Mirar lo cotidiano desde lo eterno, entendiendo lo eterno no solo como aquello consumado que está más allá de la historia, sino esa plenitud que configura y atrae a la historia para su realización.
Pues bien, parte de esa futuricidad, de esa plenitud, la encontramos en la persona. Por eso, en esta Asamblea no hicimos grupos, sino comunidades, las cuales se conformaron antes, en dos encuentros online. Y fue interesante cómo se reconocían y saludaban al encontrase en el primer día. Hasta se intercambiaban regalos. Queríamos que más que compartir ideas y posturas, se hiciera la experiencia de compartir experiencias entre hermanos y hermanas que caminamos juntos como miembros del Pueblo de Dios.
Por eso no tuvimos aporte de expertos. O, mejor dicho, consideramos a cada participante como un experto. De este modo, las metodologías participativas partieron del supuesto de que todos saben, y se plantean como caminos para que esa sabiduría aparezca, para que sea compartida. Confiamos en que el Espíritu se iría manifestando en cada uno, a través del sensus fidei fidelium, para ir mostrándonos el camino. Por eso había que crear las condiciones para que todas las personas hablaran, para que los integrantes de la comunidad se sintieran acogidos y respetados. Y para que nadie se sintiera más que el otro.
 
La otra persona tiene siempre una dimensión salvífica para mí, porque una y otra vez quiebra mis síntesis, mis claridades, mis comprensiones y, por ello, impide que me quede estático.
 
Antes de la Asamblea había sacerdotes que estaban asustados. Pensaban que los iban a maltratar, a cuestionar radicalmente por la crisis de los abusos. No fue así. En general, el clima fue de mucha fraternidad y eso dio lugar a que la gente hablara con libertad, sin miedos.
 
RADICALIZAR LA COMUNIÓN
 
De las experiencias que más me llamaron la atención es cómo las personas se admiraban de aquellos que eran distintos: “Quedé impresionado del testimonio de una señora del Opus”, “me impresionaron dos personas de la Padis que estaban en mi comunidad. Eran muy buenas personas” –comentó un obispo–; “tuvimos problemas con el obispo al inicio porque quería marcar la pauta, pero luego participó como uno más. Terminamos muy amigos”.
Nos impresiona que personas que sean tan distintas a nosotros sean santas y buenas personas. Cada uno cargando amores y dolores. Y qué mal nos hace cuando comenzamos a juntarnos solo con los que piensan y actúan igual o parecido a nosotros. Eso nos empobrece. Es una especie de “comunión ligth”. Relacionarnos con los iguales (en el sentido aquí señalado) nos hace perder vitalidad y nos lleva a una ilusión de comunión, pero no a la comunión del Evangelio. Tenemos que incorporar las diferencias como una riqueza; atrevernos a encontrarnos con aquellos que están distantes, que tienen otras sensibilidades y formas de vivir la fe al interior de la Iglesia. En esto los prejuicios nos hacen muy mal.
Personalmente, esta ha sido una de las mayores luces de esta Asamblea. Que en todo lo que hagamos: liturgia, misiones, planes pastorales, pastoral social, etc., no estemos solo “nosotros”. Invitemos a personas de otras pastorales, de otras diócesis, de otros movimientos, de otros Colegios. Tal vez las cosas sean más difíciles, pero, sin duda, nos llevarán a hacer experiencias más ricas, más exigentes y purificadoras. Somos invitados, no a erradicar las diferencias, tampoco solo a tolerarlas, sino a buscarlas; salir a buscar al diferente. Y, en este contexto, considerar la conflictividad como un elemento natural de esta dinámica de comunión de personas distintas.
A partir de aquí me surgen expectativas de futuro. ¿No será que estamos demasiado separados en la Iglesia? Necesitamos estructuras que nos conecten más. Por ejemplo, creo que es necesario tener estructuras en las que los obispos no estén demasiado solos, que tengan una conexión cotidiana con el laicado, con los sacerdotes y diáconos, con religiosas y religiosos; estructuras en las que puedan compartir de igual a igual. Lo mismo los sacerdotes. En fin, estructuras de encuentro que nos permitan caminar más juntos, acogernos, escucharnos, intentar entendernos, compartir la vida, las expectativas, los miedos. Que los grupos que llevan adelante la pastoral en la Iglesia sean siempre grupos plurales. Por ejemplo, he sabido de Consejos Pastorales Parroquiales en parroquias de Santiago que integran a líderes sociales de los barrios.
 
NO PARTIMOS DE CERO
 
Otro aspecto que fue bien logrado fue acoger todo el trabajo que se había hecho en las diócesis en el proceso de “Reconocer”. Trabajo que quedó plasmado en los informes diocesanos. En la metodología fuimos cuidadosos para que las comunidades leyeran esos informes, para que los temas que allí aparecían fueran conocidos y nos sirvieran como punto de partida. Era el momento de escuchar lo que había dicho el Pueblo de Dios, o mejor, lo que Dios había dicho en su Pueblo. Cada conclusión, cada propuesta de acción, cada esperanza fue tratada como lo más delicado. Lo mismo pasó en las conclusiones.
 
En la III Asamblea Eclesial Nacional Dios estuvo con nosotros, alentándonos, dándonos confianza, apartando nuestros miedos, haciéndonos creer de verdad que, pase lo que pase, somos la Iglesia de Cristo, animada por su Espíritu.
 
Además quisimos que todo fuera transparente. Habíamos tenido otras experiencias de discernimiento en que los temas eran filtrados, recortados: “De esto no se puede hablar”. Eso no ocurrió esta vez. Incluso, se puede acceder en iglesia.cl a lo que cada grupo propuso como criterios o propuestas concretas.
 
EL AMARRE DE TODO EN LA LITURGIA
 
Uno de los aspectos mejor evaluados de la Asamblea fue la liturgia. En todo el diseño de la Asamblea tuvimos especial cuidado con esto. De hecho, la encargada de liturgia participaba de las reuniones del equipo de metodología. Este papel protagónico de la liturgia nos llevó a hacer la experiencia de un verdadero discernimiento espiritual. De sentir a Dios presente entre nosotros. Al final del segundo día una persona me decía: “Siento que más que debatir ideas estamos haciendo una experiencia de Jesús”. Los signos de cada día: viento, aceite, agua, actuaron con toda su fuerza. Una fuerza misteriosa y eficaz.