MIGRANTES. PERMITIR QUE LA DIVERSIDAD CULTURA SE INTEGRE Y EXPRESE
ANDRÉS SCHERMAN T.
Magíster en Sociología y Periodista, Codirector del Magíster en Comunicación Política y Asuntos Públicos de la Universidad Adolfo Ibáñez y colaborador del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social, LEA, de la misma casa de estudios.
Diciembre 2022 | Nº 1216
La Revista Católica conversó con el investigador Andrés Scherman T., sobre la situación de la migración en Chile. En agosto pasado, junto a Nicolle Etchegaray (Universidad Diego Portales) presentaron los resultados del estudio sobre migrantes en el marco del proyecto “Hablan los inmigrantes: su representación en los medios de comunicación chilenos y el impacto de esta cobertura sobre los procesos de integración a la sociedad”.[1] Con Andrés hablamos sobre las características de los migrantes hoy, sus problemas, desafíos actuales y formas de integración, entre otros temas.
¿Cómo describiría usted al migrante que llega hoy a nuestro país?
Las características son variadas, pero en general constatamos hoy una migración joven que busca trabajo en nuestro país. El interés laboral es un dato bien importante. El Instituto Nacional de Estadísticas publica desde hace varios meses un informe de los inmigrantes y la diferencia laboral es bien importante. Si consideramos la población total del país sobre 15 años, incluyendo a migrantes, el 55% está trabajando. Esto no significa que los demás estén cesantes, pues algunos no trabajan porque no están buscando empleo, porque son demasiado mayores, porque están estudiando, etcétera. Pero, si desagregamos al grupo de migrantes, el 75% está trabajando. Son cerca de 20 puntos de diferencia. Luego podemos discutir la calidad del empleo, si hay abusos o no. En todo caso la tasa de informalidad es bastante parecida entre los inmigrantes y entre la población general. En cualquier caso, el ámbito laboral es relevante para comprender a los migrantes y las razones de su migración.
En términos de la relación hombres-mujeres que migran, los datos son más o menos equivalentes en el global –con un leve predominio femenino–. La diferencia la hacen los países de procedencia. En el caso de Perú y Bolivia hay más mujeres, mientras que para venezolanos es equivalente. El país que hace la diferencia es Haití, con el 61% de hombres y el 39% mujeres. En el resto, efectivamente tienden a equipararse con un leve predominio de las mujeres.
Otra característica –esperable– es que la población peruana sea un poco mayor, pues es más antigua, ya que lleva aproximadamente 20 o 30 años en el país. Esta población, además, es la que forma más familias mixtas, lo que también se debe al tiempo que llevan en Chile. En el caso de los otros grupos de migrantes eso es mucho más difícil de ver. La experiencia nos muestra que cuando se producen familias mixtas, la integración empieza a ser mucho más fácil. No obstante, eso empieza a suceder generalmente en la segunda generación
“La experiencia nos muestra que cuando se producen familias mixtas, la integración empieza a ser mucho más fácil. No obstante, eso empieza a suceder generalmente en la segunda generación”.
Una característica particular de la inmigración chilena, ni buena ni mala, es que es muy reciente. Yo diría que, entre los años 2016 y 2017, hasta la pandemia, prácticamente se duplicó el número de inmigrantes. Es decir, si antes había 700 mil, llegamos al doble, 1 millón 400 mil, aproximadamente. Esa migración es fundamentalmente venezolana y haitiana. La migración colombiana ocurrió cuatro o cinco años antes, mientras que la migración peruana es bastante anterior. La migración boliviana, por su parte, es una migración histórica que cada cierto tiempo retrocede y luego vuelve a crecer; además está muy radicada en la zona norte del país.
A propósito de esto último, ¿cómo se distribuye la migración en el país?, ¿hay alguna característica particular?
Los migrantes no se distribuyen homogéneamente en el territorio. Por ejemplo, en Iquique la principal comunidad migrante son los bolivianos. Y permítame un comentario particular, pues el tema del Iquique es especialmente interesante, ya que ha habido niveles de violencia muy altos hacia los migrantes y esa es una zona que históricamente ha convivido con la migración. Uno podría decir que, para el 90% de los chilenos, la migración es un fenómeno reciente, pero para la gente que vive en el norte no, pues es una zona de integración histórica con Perú y con Bolivia, donde la frontera siempre ha sido más lábil. La gente trabaja en un país y vive en otro, hay negocios en los dos países y continuos desplazamientos.
“Para el 90% de los chilenos, la migración es un fenómeno reciente, pero para la gente que vive en el norte no, pues es una zona de integración histórica con Perú y con Bolivia, donde la frontera siempre ha sido más lábil”.
Si el norte del país ha sido una zona histórica de contacto con migrantes, ¿a qué atribuye el hecho de que la violencia se haya agudizado últimamente?
Creo que hay dos elementos. Por un lado, el hecho de que la migración, especialmente la venezolana, fue bastante ordenada al comienzo. Era una migración de personas con mayor nivel socioeconómico y, además, llegaron en su mayoría directamente a Santiago. Todavía no estaba cerrada la frontera por el tema de la pandemia. Por otro lado, la migración que se empezó a producir durante el período de pandemia fue una migración de gente con mayores precariedades económicas, con menos recursos, que hizo un largo viaje por toda América, entrando muchos por paso ilegales, lo que, de paso, dio lugar al surgimiento de los coyotes. Cuando lograron entrar, se instalaron también situaciones muy precarias. Entonces, recibir grandes grupos de personas, particularmente en el norte chileno, en situaciones irregulares, en una ciudad como Iquique o cualquier otra ciudad más pequeña, es un problema muy complejo de administrar, porque son zonas que no están preparadas para que recibir esa cantidad de personas. No están las condiciones de viviendas y servicios, tampoco hay una política proactiva para ubicar a esa gente en lugares más tranquilos o por lo menos más dignos hasta que su situación migratoria se resuelva. Tampoco ellos tenían mucha disposición a hacerlo, porque habían entrado de forma ilegal y lo que corresponde es la expulsión. Ahí se comenzaron a producir mayores conflictos.
Hay otro fenómeno más puntual y tiene que ver también con lo que pasó en ese período de ingreso ilegal. Mientras más al norte, la relación con los migrantes es más compleja debido a diferencias culturales. La poblaciones peruana y boliviana, en general, tienen una forma de vida completamente distinta a la población colombiana o venezolana. Son, por así decirlo más discretos, y entonces comienza a aparecer ese choque cultural o de formas de ser con otras proveniencias y culturas.
¿En qué aspectos de la vida social se observan las principales dificultades de convivencia o de integración?
El problema más complejo es el trabajo. Los migrantes tienen muy internalizado que los chilenos sienten que ellos vienen a quitarles los trabajos. Este el ámbito donde se observan los mayores problemas. No pasa lo mismo en su relación con el Estado, con los colegios, con la salud. No tienen quejas respecto de estos lugares, aunque reconocen que a los chilenos les molesta a veces que ellos tengan la misma atención, pero en general no se sienten discriminados aquí ni en los barrios donde viven. Pero sí en el ambiente laboral, que es un ámbito de fricción. A esto se suma el hecho de que, en general, se valora bien el trabajo el trabajo de los migrantes.
La investigación que ustedes hicieron parece desmentir que haya una competición o que falten puestos de trabajo por causa de los inmigrantes.
Efectivamente, uno no podría decir eso. En primer lugar, los niveles de desempleo no muestran eso. Segundo, porque la cantidad de gente o la fuerza de trabajo es más o menos la que hemos tenido siempre en Chile. Entonces, el tema no pasa por ahí. Sí se observan situaciones de abuso laboral, pero eso sucede más bien de parte de los empleadores chilenos, sobre todo porque saben que los migrantes están en una situación precaria. Vinculado al mundo laboral, la tasa escolaridad de los migrantes que llegan, en general, no están alta, es parecida a la que tenemos en Chile, 13 años. No obstante, los venezolanos sí presentan tasas de escolaridad mayores, en torno a los 15 años. Esto repercute en el mundo laboral, pues con los venezolanos hay un castigo en términos del tipo de trabajo que hacen, para los que están sobrecalificados. No obstante, ellos lo ven como una forma de ingresar al mercado y luego ir escalando. Y hay que reconocer que se trata de una comunidad muy grande, sobre los 500 mil.
Entonces, ¿de dónde proviene esa impresión de que los puestos de trabajo escasean debido la situación de la migración?
Efectivamente, mirando las encuestas, sobre todo este año, en todas ha aumentado el rechazo a la migración y aparece consistentemente referido el tema laboral. Una explicación posible es que parte importante de los chilenos no están satisfechos con su trabajo o con los ingresos que reciben, porque son bajos, con una mediana de 400 mil pesos. Además, estamos en una situación económica compleja que, si bien aún no se ha reflejado en el desempleo, es probable que tengamos recesión pronto, con dos semestres de crecimiento negativo. La inflación está alta, en torno al 13%, situación que golpea siempre a los sectores más pobres, quienes gastan mucho de su presupuesto en alimentación. Entonces, es posible que este fenómeno económico incida en ver a los migrantes como una competencia. Por otro lado, hay algunos empleos que los chilenos dejaron de hacer, sobre todo los que tienen que ver con el servicio doméstico, y que han sido asumidos por extranjeros. Uno esperaría, como sucede en Europa pasa o en Estados Unidos, que en algunos años más ese tipo de trabajos vayan desapareciendo, porque aniquilan en cierto modo los proyectos de vida de quienes los realizan.
A propósito de los empleos que los chilenos ya no quieren hacer, existe una cierta idea de que, habiendo migrantes que los realizan, se paga mal por ellos. ¿Qué tan cierto es?
Sin ser experto en economía, lo que he visto es que los ingresos reales durante los últimos años no han disminuido. Es decir, no se puede suponer que la llegada de este grupo de personas haya presionado al mercado como para que los sueldos bajen. Los sueldos este último año han bajado, sí, pero por causa de la pandemia, por la inflación u otros problemas del ciclo económico. Afortunadamente, desde que se produjo el ingreso fuerte de inmigrantes en 2015, no hemos tenido grandes crisis de desempleo.
En el estudio ustedes evalúan el nivel de rechazo que sufren los migrantes por país de origen. En torno al 70% reporta niveles de trato aceptables, pero entre los haitianos solo el 40% y son los que reportan los más altos índices de rechazo y maltrato en diversas situaciones. ¿A qué se debe esto?
Creo que hay un tema de racismo instalado en la sociedad chilena, a lo que se suma que, por primera vez, llega al país una comunidad tan grande y en poco tiempo. Además, es una comunidad distintiva en términos de sus características culturales y étnicas. Con muchos de los otros pueblos latinoamericanos no hay una distancia cultural así. También hay un tema idiomático que genera menos posibilidades de comprensión. Efectivamente, hablar con un haitiano que no sabe español es complejo, y sucede también que algunos salen poco de sus casas, sobre todo mujeres, pues no manejan aún –o no suficientemente– el español, y eso las margina un poco.
Al respecto, los colegios han hecho cosas interesantes con la población haitiana y aquí observo yo una clave, pues no veo otro lugar mejor para la integración que el colegio. Hace poco, los noticiarios informaron acerca de problemas con la matrícula en algunos colegios del norte. Un parlamentario sugirió privilegiar a los alumnos chilenos, mientras que el gobierno señaló que no dejaría a nadie fuera. Creo que por ahí va el camino, pues el espacio escolar es el lugar de la convivencia, el ámbito donde los prejuicios se van cayendo. Cuando tengo un problema y un compañero o apoderado –o un vecino extranjero– me ayuda o actúa más o menos como uno lo haría en esas circunstancias, se empieza a construir una relación distinta. Por lo tanto, los colegios y también los barrios son espacios de cercanía.
“Los colegios han hecho cosas interesantes con la población haitiana y aquí observo yo una clave, pues no veo otro lugar mejor para la integración que el colegio”.
Da la impresión de que en el último tiempo se ha acelerado la inmigración. ¿Es correcto?
Hoy tenemos en Chile los mismos inmigrantes que teníamos el año 2020. Según la estadística del INE crecieron en términos de cantidad, pero, si los dividimos por la población chilena total, el porcentaje se mantiene igual. Antes de la pandemia el fenómeno migratorio se dio a una velocidad que no conocíamos y luego, producto de la pandemia, no aumentaron. Por otro lado, en 2018 hubo una especie de selectividad de la migración. Fue un período en que entraron muchos inmigrantes venezolanos, que probablemente lo necesitaban, pero dejaron de entrar inmigrantes haitianos. En ese momento se suspendió un vuelo que venía de Puerto Príncipe y se exigieron muchos requisitos formales que, para los haitianos eran muy difíciles de cumplir. Creo que todos ganamos con los procesos de migración, pero es cierto que están generando una resistencia fuerte. En parte porque la situación económica está acompañando menos, pero también porque hay sectores de la población que manifiestan esta posición de forma mucho más abierta de lo que lo hacían antes.
En el estudio se pregunta a los migrantes si están o no de acuerdo con que en nuestro país haya mayores restricciones a la migración. Llama la atención que el 49% de los peruanos está de acuerdo con eso, el 30% de los haitianos y, después de cinco años en Chile, el 46% de los migrantes en general. ¿Cómo se explica esto?
Al principio uno se sorprende con este dato, porque tal vez uno idealiza el ser humano y espera una mayor solidaridad. Creo que los migrantes piensan que la situación en Latinoamérica o en sus países de origen sigue no siendo tan buena y que una llegada masiva a Chile no sería positiva para ellos. Chile no es un país tan desarrollado, pero entrega ciertos servicios y, afortunadamente, una vez que los migrantes están legalizados tienen acceso a los mismos derechos que cualquier chileno. Por lo tanto, creo que existe un cierto temor de que la masividad pueda alterar eso. Entonces, veo que un mayor número de migrantes podría significar para ellos un rechazo mayor de la población chilena frente a la migración y, por otro lado, que los migrantes, cuando sienten que están en buenas condiciones o con mayor confort, prefieren mantener el statu quo y no tener que compartir esa situación con más gente.
¿Cómo se ve el futuro de la migración en Chile?
Estamos en una etapa compleja, porque hemos empezado a ver, después de mucho tiempo, un rechazo más abierto de la migración por parte de la sociedad. Si eso se transforma en algo masivo, mi preocupación es que se traspase a la discusión política, como sucedió con el tema de los colegios en el norte del país. Cuando la migración se convierte en un elemento permanente del debate público, se crea una especie de círculo vicioso y el tema comienza a aparecer en los medios, en las conversaciones, en las redes sociales, etc. Por cierto, las redes sociales son tremendamente xenófobas en Chile y una parte importante de la gente se va retroalimentando con esa percepción negativa. Los políticos, por su parte, no están disponibles a arriesgar su capital en medidas que puedan favorecer a los extranjeros o, mejor dicho, aplicar las mejores prácticas, ya conocidas por experiencias en otros lugares del mundo. Por otra parte, si el ciclo económico se va recuperando, eso le va quitando presión al tema migratorio. Pero, es relevante que los actores sociales empiecen a articular un discurso anti-inmigrante –algo que vimos ya en Europa–, pues eso puede ir complicando la situación.
“Todos los números nos muestran que los extranjeros no cometen más delitos que los chilenos”.
Un tercer elemento es que todos los números nos muestran que los extranjeros no cometen más delitos que los chilenos. En 2020, de todos los condenados por delitos, solo el 3% eran extranjeros –y ellos representan hoy el 7,5% la población–. Lo que sucede es que, en el último tiempo, ha habido algunos delitos de alta connotación en el grado violencia y eso sí puede ser complejo con respecto al tema migratorio. Nosotros sabemos que ese 3% no es estadísticamente relevante. También hay bandas criminales, por ejemplo, en narcotráfico, que la gente resiente más cuando están conformadas por extranjeros.
¿Dónde vale la pena poner hoy la mirada ante el desafío migratorio que tenemos en Chile?
Hay varios desafíos. Primero, las personas migrantes que están en nuestro país y necesitan atención y preocupación. Ya se hace se hacen cosas interesantes. Por ejemplo, en gran parte de los hospitales hay traductores, de modo que, cuando los migrantes acuden pueden explicar mejor lo que les sucede. Por otro lado, hay que hacer un esfuerzo para que los inmigrantes comprendan a cabalidad sus derechos. En este sentido, la comunidad peruana vota muy poco en nuestros procesos electorales y, en general, podría hacerlo sin problemas. Los venezolanos, por su parte, son un grupo políticamente más activo y con mayor interés. Entonces, la cuestión es cómo se van a ir integrando en todas esas dimensiones de la vida social. Esa una pregunta abierta y un desafío.
Finalmente, creo que las comunidades educativas son un espacio de encuentro que hay que aprovechar. Conviene pensar la cuestión acerca de cómo permitir que toda esa diversidad cultural que los inmigrantes traen se integre, se exprese, sin negar sus diferencias, sin pretender hacerlos homogéneos. Hoy no tenemos tantos niños inmigrantes, porque mucha gente ha emigrado joven o son parejas que todavía no han tenido hijos, pero eso va a ir cambiando y es un fenómeno muy interesante, del cual tendremos que hacernos cargo.
[1] El informe puede descargarse aquí [consultado: 29.11.2022].