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Artículo publicado en la edición Nº 1.179 (JULIO- SEPTIEMBRE 2013) Autor: Alexandrine de la Taille, Instituto de Historia, Universidad de los Andes Para citar: de la Taille, Alexandrine; Oración, clausura y silencio: Santa Maravillas de Jesús y Santa Teresa de Los Andes, en La Revista Católica, Nº1.179, julio-septiembre 2013, pp. 224-231.
   
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Oración, clausura y silencio: Santa Maravillas de Jesús y Santa Teresa de Los Andes Alexandrine de la Taille-Trétinville Instituto de Historia Universidad de los Andes

“Un día estaba yo en mi cuarto y con la enfermedad me había puesto tan regalona que no podía estar sola. El día a que me refiero, la Lucita[1] y la Elisea –una sirvienta que cuidaba a mi abuelito- fue a acompañarla. Entonces me dio envidia y pena y me puse a llorar. Mis ojos llenos de lágrimas se fijaron en un cuadro del Sagrado Corazón y sentí una voz muy dulce que me decía: ‘¡Cómo! Yo, Juanita, estoy solo en el altar por tu amor, ¿y tú no aguantas un momento?’. Desde entonces Jesusito me habla. Y yo pasaba horas enteras conversando con Él. Así es que me gustaba estar sola. Me fue enseñando cómo debía sufrir y no quejarme… [y] de la unión íntima con Él. Entonces me dijo que me quería para Él. Que quería que fuese Carmelita. ¡Ay! Madre, no se puede imaginar lo que Jesús hacía en mi alma. Yo, en ese tiempo no vivía en mí. Era Jesús el que vivía en mí”[2].
A sus 13 años Juanita Fernández Solar, futura Santa Teresa de Los Andes, ya se encuentra en una relación de unión tan íntima con Dios que nos permite situarla dentro de los santos místicos de la Iglesia Católica del siglo XX. En este artículo proponemos una aproximación a su espiritualidad, desde un punto de vista comparativo con otra carmelita, también santa y contemporánea a ella, la española Santa Maravillas de Jesús[3].
Dado que Juanita Fernández vivió durante las dos primeras décadas del siglo XX, cuando según la historiografía se ha laicizado el Estado; es pertinente detenerse en la particularidad de esta santa, cuya relación con lo sobrenatural está marcada por distintos eventos que permiten definirla como una mística. Más relevante aun parece el hecho que sea ella la primera santa chilena, beatificada en 1987 y canonizada en 1993 por el Papa Juan Pablo II, debido a las características pre modernas que representa su santidad.
En general, desde la perspectiva teológica a Santa Teresa de Los Andes se le ha estudiado en cuanto a su relación con los grandes maestros carmelitas, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, quienes sin duda marcan su vida antes y después de su entrada al Carmelo. Asimismo, son notables las semejanzas de la santa chilena con la beata francesa Isabel de la Trinidad[4], por la similitud de sus escritos y de su espiritualidad; como con Santa Teresita del Niño Jesús[5], a quien Juanita conoce a temprana edad[6], dejando constancia en su diario: “soy muy devota a ella”[7].
En cuanto al fenómeno místico, el estudio de Juan Martín Velasco, describe, analiza y comprueba, cómo este se ha encontrado presente a lo largo de la Historia de la Iglesia en la persona de diversos santos y subraya que las ya citadas Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad y también Edith Stein, muestran que dicho fenómeno permanece aun “en circunstancias históricas de secularización y de progreso de la increencia que parecerían hacerla imposible”[8].
Es justamente en este contexto que resalta la figura de Santa Teresa de Los Andes, cuyo testimonio la sitúa entonces entre las místicas carmelitas del siglo XX.
Si bien, como ya señalamos, se le ha estudiado e interpretado desde el punto de vista teológico a partir de las figuras mencionada, proponemos una nueva revisión de su espiritualidad mediante un análisis comparativo con Santa Maravillas de Jesús, canonizada en 2003, también por Juan Pablo II.
El paralelo es diferente, pues siendo contemporáneas, Maravillas sobrevive muchos años a Teresa, al morir en 1974 y situarse su ingreso al Carmelo en 1919, solo un año antes de la muerte de Juanita. Considerando entonces que nuestra santa no conoce a esta española, resultan entonces muy reveladoras las similitudes de ambas no solo durante su vida en el Carmelo, solo 11 meses en el caso de la chilena, sino también en su vida en el mundo.
El “camino de perfección” de ambas mujeres, una en Europa y otra en América del Sur, muestra parecidos iluminadores desde los aspectos biográficos más básicos hasta los diálogos sobrenaturales con Jesús y la Virgen María.
Así como Juanita nace en un hogar cristiano de la élite santiaguina en 1900; Maravillas viene al mundo en Madrid en 1891 siendo hija de los marqueses de Pidal, pertenecientes a una selecta familia española. Sus raíces están vinculadas a la tierra, por lo que las niñas suelen acudir al campo; Maravillas a la finca de Carrascalejo, en Murcia[9]; y Juanita a Chacabuco[10]. Desarrollan así una infancia normal, alegre y con las aficiones propias de la edad. También concurren a balnearios como Algarrobo o San Sebastián, respectivamente.
Esta normalidad no impide que sus primeros años estén marcados por una profunda piedad cuyo hito clave es la Primera Comunión. Incluso antes de recibir el sacramento, Juanita tiene diálogos con Dios y la Virgen, siendo así una fiel representante de la “realidad de la comunicación divina”[11]:
“Desde los siete años, más o menos, nació en mi alma una devoción muy grande a mi Madre, la Sma. Virgen. Le contaba todo lo que me pasaba, y Ella me hablaba. Sentía su voz dentro de mí misma clara y distintamente. Ella me aconsejaba y me decía lo que debía hacer para agradar a N. Señor. Yo creía que esto era lo más natural, y jamás se me ocurrió decir lo que la Sma. Virgen me decía.
Desde que hice mi Primera Comunión, N. Señor me hablaba después de comulgar. Me decía cosas que yo no sospechaba, y aun cuando le preguntaba, me decía cosas que iban a pasar, y sucedían. Pero yo seguía creyendo que a todas las personas que comulgaban les pasaba igual, y una vez le conté a mi mamá no me acuerdo qué cosa de lo que N. Señor me dijo. Entonces me dijo lo dijera al P. Colom, pero a mí me daba vergüenza”[12].
Por su parte Maravillas, también desde muy niña se une al Señor en forma tan radical que incluso le consagra su virginidad:
“El Señor desde el principio, me escogió, a pesar de mi miseria, me rodeó de medios exteriores e interiores, me habló al corazón desde el primer momento, y aun cuando no podía todavía comprender lo que era el estado religioso, me lo hizo desear, así que en mí no tuvo lugar la elección de estado; sabía que sería, que tenía que ser monja, que no podía partir mi corazón, que Dios lo quería todo para Él. Y esto por un conocimiento interior, por un sentimiento secreto, sin que nada ni nadie me indujese a ello [...]
Hice antes de los siete años voto de castidad, sin saber bien lo que significaba, pero porque comprendía que aquello era para mí”[13].
Juanita Fernández tomará el voto de la castidad más tarde, al cumplir al 15 años:
“Hoy, 8 de diciembre de 1915, de edad de quince años, hago el voto delante de la Sma. Trinidad y en presencia de la Virgen María y de todos los santos del Cielo, de no admitir otro Esposo sino a mi Señor Jesucristo, a quien amo de todo corazón y a quien quiero servir hasta el último momento de mi vida. Hecho por la novena de la Inmaculada para ser renovado con el permiso de mi confesor”[14].
La experiencia de oración de estas mujeres parece llegar a una eclosión el día de la Primera Comunión. Maravillas recibe el sacramento a los nueve años y afirmará mucho más tarde: “Fui felicísima. Solo traté con el Señor de mis ansias porque llegara el día de poder ser toda suya en la vida religiosa, y siempre es para mí una fecha dulcísima y memorable”[15]. Teresa con un año más, refiere a ese momento como “un día sin nubes” y detalla:
“No es para describir lo que pasó por mi alma con Jesús. Le pedí mil veces que me llevara, y sentía su voz querida por primera vez. ‘¡Ah, Jesús, yo te amo; yo te adoro!’ Le pedía por todos. Y [a la Virgen] la sentía cerca de mí. ¡Oh, cuánto se dilata el corazón! Y por primera vez sentí una paz deliciosa”[16].
Además de la vida de piedad, estas jóvenes, mientras viven en medio del mundo, destacan por su práctica de la caridad hacia los pobres, materializando en sus actividades un modelo que recién comienza a asentarse en Chile en la segunda mitad del siglo XIX, que implica la visita a las familias desamparadas en sus propios domicilios para lograr un vínculo con los necesitados, socorriéndolos tanto en lo espiritual como en lo material[17]. En el caso de Juanita, perteneciendo a la congregación de las Hijas de María del colegio del Sagrado Corazón, se compromete a este auxilio y, junto con su madre, suele asistir a los conventillos; ayuda que también presta en el campo durante sus vacaciones[18]. Maravillas, cuya vida fue mucho más larga, destaca por su preocupación por los pobres hasta el final, logrando entregar viviendas y fundar escuelas para niños[19].
Ya en plena juventud, su entorno también les significa obligaciones sociales que a diferencia de quienes las rodean, no les atraen en lo absoluto, dada su madurez espiritual y compromisos con la divinidad. Maravillas dice:
“El mundo que me vi obligada algún tiempo a frecuentar, no tenía atractivo ninguno para mí, y deseaba ardientemente consagrarme a Dios”[20].
Así conoce el Carmelo a través de una prima y comienza a leer a Santa Teresa y San Juan de la Cruz, logrando entrar solo en 1919, luego de que ha muerto su padre y de recibir la autorización materna.
El caso de Juanita es diferente porque es el mismo Cristo quien le pide ser carmelita, tomando la decisión tempranamente. No obstante, hija de su tiempo, duda ante la posibilidad de ingresar a la Sociedad del Sagrado Corazón[21], a cuyo colegio asiste y finalmente se decide:
“Me atrae mucho esa vida de inmolación; pero el Carmen se me presenta con todos los atractivos para llenar mi alma. Además, N. Señor me ha manifestado tantas veces que sea carmelita”[22].
Ambas ingresan al Carmelo con la autorización familiar y con una marcada devoción al Sagrado Corazón; Juanita por su familia y especialmente el colegio, Maravillas por el contexto en el cual España se consagra al Sagrado Corazón de Jesús en 1919.
Una vez en el Carmelo se dejan llevar por la fuerza de la oración, la clausura, el silencio y la pobreza de la Orden, sintiendo que su vida está en plenitud. Ambas consideran el Carmelo como “el cielo en la tierra” y no dejan de maravillarse ante su celda, siendo elocuente la semejanza de su testimonio.
Teresa afirma:
“…¡mi celdita! Es el pequeño sagrario donde vivo con Él solo. Tengo una tarima (la cama), una mesita bajita, el lavatorio en el suelo, un pisito que no usamos porque nos sentamos en el suelo. La única joya de nuestra celda es una gran cruz y una corona de espinas”[23].
Maravillas, en las mismas circunstancias, recién en el Monasterio, afirma:
“La celda, donde está uno solo con Dios, parece el cielo, y luego saber que con todas nuestras acciones, por insignificantes que sean, estamos agradando a Dios, puesto que se hacen por obediencia. En fin, claro que en todas partes se puede uno santificar, y lo principal y solo necesario es cumplir la voluntad del Señor, pero yo no puedo por menos de darle infinitas gracias porque para mí haya sido esta su voluntad”[24].
Sus escritos también muestran cómo van ascendiendo en el camino místico de la relación con Dios. Juanita, ahora Teresa de Jesús, intenta explicar con palabras su propia experiencia:
“En la oración hay muchos grados y modos diversos con los cuales el alma, conociendo a Dios, se une a Él. El primer grado es la meditación, que consiste en reflexionar sobre una verdad […]. Lo esencial de la oración es inflamar la voluntad en amor de Dios, pues si esto se consigue, se tiene fuerza para obrar la virtud.
[…] Hay otro modo de oración, y es el de la locución. Esto consiste en sentir interiormente una voz que parece ser, ya de N. Señor o de la Sma. Virgen, que dice lo que se debe hacer para ser buena u otras cosas. A veces es el mismo entendimiento el que con rapidez forma razones; pero otras veces es N. Señor que inspira el alma […].
Cuando un alma se da a Dios por entero, Él se le manifiesta de tal modo que esa alma va descubriendo en Él horizontes infinitos y, por lo tanto, amándolo y uniéndose más a Él”[25].
Y logrando esa plena unión con Dios, Maravillas también deja constancia de su vivencia mística:
“Estando en la Misa cantada, empecé a sentir allá dentro una como fuerza muy grande de amor, yo creo que más fuerte que nunca; no hacía nada, ni pensaba nada más que amar y como esto crecía, crecía, no sabía qué hacer, pues notaba que me iba como penetrando tanto de ese amor que se me borraba lo demás y temía caerme”[26].
La plenitud alcanzada en el Carmelo por estas dos santas contemporáneas, logra unir dos realidades al parecer tan diferentes como la española y la chilena a comienzos del siglo XX. Dos vidas, una vida tan breve, silenciosa y oculta en el fin del mundo como la de Juanita Fernández, que a priori podría contrastar con la de Maravillas de Jesús, que muere a los 83 años después de haber realizado múltiples fundaciones de monasterios en Europa; confluyen a la luz de la espiritualidad carmelita y permiten abrir nuevos campos de estudio sobre la santidad contemporánea.
NOTAS
[1] Lucía Fernández Solar, hermana mayor de Juanita.
[2] Santa Teresa de Los Andes, Diario, 7, Obras completas (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 1995), p. 81.
[3] Maravillas de Jesús (Madrid, 1891-1974), recibe una completa educación en su hogar e ingresa al Carmelo de El Escorial en 1919. Cinco años después funda el Monasterio Cerro de los Ángeles, donde sufre las hostilidades de la Guerra Civil y debe abandonarlo por un tiempo, partiendo a Las Batuecas (Salamanca) donde lleva a cabo una nueva fundación, a la que le siguen muchas más, incluso en la India, por un gran florecimiento de vocaciones. Se caracteriza durante toda su vida por su preocupación por los pobres y especialmente por un profundo amor al Carmelo y a sus padres San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Beatificada en 1998 y canonizada en 2003 por Juan Pablo II. Sobre su vida y carisma: Si tú le dejas... Vida de la Madre Maravillas de Jesús. Carmelita Descalza (Gráficas Halar, Madrid), 1976; Iraburu, J. M., Maravillas de Jesús, carmelita descalza santa (Fundación Gratis Date, Pamplona, 2003); Cartas de la Madre Maravillas. Antología epistolar de Santa Maravillas de Jesús (Edibesa, Madrid), 2005.
[4] Isabel de la Trinidad (1880-1906), carmelita francesa beatificada por Juan Pablo II en 1984.
[5] Teresita del Niño Jesús (1873-1897), carmelita francesa, canonizada en 1925 por Pío XI y declarada Doctora de la Iglesia en 1997 por Juan Pablo II.
[6] Ver: Güemes Sedano, G., Santa Teresa de Los Andes y su espiritualidad (Tesis de Doctorado, Facultad de Navarra, Facultad de Teología, Pamplona, 2001); Varas Arias, J. M., Jesucristo en los escritos de Santa Teresa de Los Andes (Tesis de Doctorado, Facultad de Navarra, Facultad de Teología, Pamplona, 2007); especialmente el capítulo III “Principales influencias en la espiritualidad de Santa Teresa de Los Andes”.
[7] Santa Teresa de Los Andes, Diario, 8, Obras completas, op. cit., 1995, p. 81.
[8] Velasco, J. M., El fenómeno místico. Estudio comparado (Editorial Trotta, Madrid, 2009), 217.
[9] Si tú le dejas... op. cit., p. 33.
[10] Sobre las estadías de Juanita en Chacabuco, detalles de su vida y espiritualidad, ver la completa biografía realizada por Risopatrón, A. M., Teresa de Los Andes. Teresa de Chile (Paula Ediciones, Santiago), 1987. De la misma autora, “20 años de la canonización de Santa Teresa de Los Andes”, Humanitas, Nº 69, Verano 2013, Año XVIII, 74-87. También: Orden del Carmelo Descalzo, Santa Teresa de Los Andes (Santiago, 1992).
[11] Expresión de Juan Fernández en: “La realidad de la comunicación divina en el mundo de hoy”, Humanitas nº 54, otoño 2009, año XIV, 333-349. Dice el autor que sus escritos “muestran una experiencia empírica creciente. Teresa vive un diálogo real y concreto con el mundo sobrenatural que se comunica efectivamente con ella, y las circunstancias externas comprueban que lo que vive es plena realidad”, 335.
[12] Teresa de Los Andes, carta 87, Obras Completas (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 1995), 450-451.
[13] Santa Maravillas de Jesús, Carta n°28, 1925, en Iraburu, J. M., op. cit., 20-21.
[14] Teresa de Los Andes, Diario, 15, “Sufrir con alegría. Carta a la Virgen. Esposa de Jesús. Mi único amor”, Obras Completas (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 1995), 99.
[15] Si tú le dejas… , op. cit., 45.
[16] Teresa de Los Andes, Diario, 6. “Mi Primera Comunión”, Obras Completas, op. cit., 78.
[17] Sobre la nueva forma de ejercer la caridad, ver: Ponce de León, M., Gobernar la pobreza. Prácticas de caridad y beneficencia en la ciudad de Santiago, 1830-1890 (Editorial Universitaria, Santiago), 2011.
[18] Ver: Risopatrón, A. M., Teresa de Los Andes. Teresa de Chile, op. cit.
[19] Ver: Cartas de la Madre Maravillas de Jesús, op. cit.
[20] Si tú le dejas…, op. cit., p. 57.
[21] Sobre el Sagrado Corazón en Chile, ver: de La Taille, A., Educar a la francesa. Anna du Rousier y el impacto del Sagrado Corazón en la mujer chilena (1806-1880) (Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago), 2012.
[22] Teresa de Los Andes, Diario, 47, Obras Completas, op. cit., 177.
[23] Monasterio de Carmelitas Descalzas de Los Andes. Un lirio del Carmelo: Hermana Teresa de Jesús (1940), 296-297.
[24] Cartas de la Madre Maravillas de Jesús, op. cit., 90-91.
[25] Teresa de Los Andes, carta 138 “A una amiga”, Obras Completas, op. cit., 613-614.
[26] Santa Maravillas de Jesús, carta nº296, 1931, Iraburu, J. M., op. cit., 37.
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Oración, clausura y silencio: Santa Maravillas de Jesús y Santa Teresa de Los Andes Alexandrine de la Taille-Trétinville Instituto de Historia Universidad de los Andes

“Un día estaba yo en mi cuarto y con la enfermedad me había puesto tan regalona que no podía estar sola. El día a que me refiero, la Lucita[1] y la Elisea –una sirvienta que cuidaba a mi abuelito- fue a acompañarla. Entonces me dio envidia y pena y me puse a llorar. Mis ojos llenos de lágrimas se fijaron en un cuadro del Sagrado Corazón y sentí una voz muy dulce que me decía: ‘¡Cómo! Yo, Juanita, estoy solo en el altar por tu amor, ¿y tú no aguantas un momento?’. Desde entonces Jesusito me habla. Y yo pasaba horas enteras conversando con Él. Así es que me gustaba estar sola. Me fue enseñando cómo debía sufrir y no quejarme… [y] de la unión íntima con Él. Entonces me dijo que me quería para Él. Que quería que fuese Carmelita. ¡Ay! Madre, no se puede imaginar lo que Jesús hacía en mi alma. Yo, en ese tiempo no vivía en mí. Era Jesús el que vivía en mí”[2].
A sus 13 años Juanita Fernández Solar, futura Santa Teresa de Los Andes, ya se encuentra en una relación de unión tan íntima con Dios que nos permite situarla dentro de los santos místicos de la Iglesia Católica del siglo XX. En este artículo proponemos una aproximación a su espiritualidad, desde un punto de vista comparativo con otra carmelita, también santa y contemporánea a ella, la española Santa Maravillas de Jesús[3].
Dado que Juanita Fernández vivió durante las dos primeras décadas del siglo XX, cuando según la historiografía se ha laicizado el Estado; es pertinente detenerse en la particularidad de esta santa, cuya relación con lo sobrenatural está marcada por distintos eventos que permiten definirla como una mística. Más relevante aun parece el hecho que sea ella la primera santa chilena, beatificada en 1987 y canonizada en 1993 por el Papa Juan Pablo II, debido a las características pre modernas que representa su santidad.
En general, desde la perspectiva teológica a Santa Teresa de Los Andes se le ha estudiado en cuanto a su relación con los grandes maestros carmelitas, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, quienes sin duda marcan su vida antes y después de su entrada al Carmelo. Asimismo, son notables las semejanzas de la santa chilena con la beata francesa Isabel de la Trinidad[4], por la similitud de sus escritos y de su espiritualidad; como con Santa Teresita del Niño Jesús[5], a quien Juanita conoce a temprana edad[6], dejando constancia en su diario: “soy muy devota a ella”[7].
En cuanto al fenómeno místico, el estudio de Juan Martín Velasco, describe, analiza y comprueba, cómo este se ha encontrado presente a lo largo de la Historia de la Iglesia en la persona de diversos santos y subraya que las ya citadas Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad y también Edith Stein, muestran que dicho fenómeno permanece aun “en circunstancias históricas de secularización y de progreso de la increencia que parecerían hacerla imposible”[8].
Es justamente en este contexto que resalta la figura de Santa Teresa de Los Andes, cuyo testimonio la sitúa entonces entre las místicas carmelitas del siglo XX.
Si bien, como ya señalamos, se le ha estudiado e interpretado desde el punto de vista teológico a partir de las figuras mencionada, proponemos una nueva revisión de su espiritualidad mediante un análisis comparativo con Santa Maravillas de Jesús, canonizada en 2003, también por Juan Pablo II.
El paralelo es diferente, pues siendo contemporáneas, Maravillas sobrevive muchos años a Teresa, al morir en 1974 y situarse su ingreso al Carmelo en 1919, solo un año antes de la muerte de Juanita. Considerando entonces que nuestra santa no conoce a esta española, resultan entonces muy reveladoras las similitudes de ambas no solo durante su vida en el Carmelo, solo 11 meses en el caso de la chilena, sino también en su vida en el mundo.
El “camino de perfección” de ambas mujeres, una en Europa y otra en América del Sur, muestra parecidos iluminadores desde los aspectos biográficos más básicos hasta los diálogos sobrenaturales con Jesús y la Virgen María.
Así como Juanita nace en un hogar cristiano de la élite santiaguina en 1900; Maravillas viene al mundo en Madrid en 1891 siendo hija de los marqueses de Pidal, pertenecientes a una selecta familia española. Sus raíces están vinculadas a la tierra, por lo que las niñas suelen acudir al campo; Maravillas a la finca de Carrascalejo, en Murcia[9]; y Juanita a Chacabuco[10]. Desarrollan así una infancia normal, alegre y con las aficiones propias de la edad. También concurren a balnearios como Algarrobo o San Sebastián, respectivamente.
Esta normalidad no impide que sus primeros años estén marcados por una profunda piedad cuyo hito clave es la Primera Comunión. Incluso antes de recibir el sacramento, Juanita tiene diálogos con Dios y la Virgen, siendo así una fiel representante de la “realidad de la comunicación divina”[11]:
“Desde los siete años, más o menos, nació en mi alma una devoción muy grande a mi Madre, la Sma. Virgen. Le contaba todo lo que me pasaba, y Ella me hablaba. Sentía su voz dentro de mí misma clara y distintamente. Ella me aconsejaba y me decía lo que debía hacer para agradar a N. Señor. Yo creía que esto era lo más natural, y jamás se me ocurrió decir lo que la Sma. Virgen me decía.
Desde que hice mi Primera Comunión, N. Señor me hablaba después de comulgar. Me decía cosas que yo no sospechaba, y aun cuando le preguntaba, me decía cosas que iban a pasar, y sucedían. Pero yo seguía creyendo que a todas las personas que comulgaban les pasaba igual, y una vez le conté a mi mamá no me acuerdo qué cosa de lo que N. Señor me dijo. Entonces me dijo lo dijera al P. Colom, pero a mí me daba vergüenza”[12].
Por su parte Maravillas, también desde muy niña se une al Señor en forma tan radical que incluso le consagra su virginidad:
“El Señor desde el principio, me escogió, a pesar de mi miseria, me rodeó de medios exteriores e interiores, me habló al corazón desde el primer momento, y aun cuando no podía todavía comprender lo que era el estado religioso, me lo hizo desear, así que en mí no tuvo lugar la elección de estado; sabía que sería, que tenía que ser monja, que no podía partir mi corazón, que Dios lo quería todo para Él. Y esto por un conocimiento interior, por un sentimiento secreto, sin que nada ni nadie me indujese a ello [...]
Hice antes de los siete años voto de castidad, sin saber bien lo que significaba, pero porque comprendía que aquello era para mí”[13].
Juanita Fernández tomará el voto de la castidad más tarde, al cumplir al 15 años:
“Hoy, 8 de diciembre de 1915, de edad de quince años, hago el voto delante de la Sma. Trinidad y en presencia de la Virgen María y de todos los santos del Cielo, de no admitir otro Esposo sino a mi Señor Jesucristo, a quien amo de todo corazón y a quien quiero servir hasta el último momento de mi vida. Hecho por la novena de la Inmaculada para ser renovado con el permiso de mi confesor”[14].
La experiencia de oración de estas mujeres parece llegar a una eclosión el día de la Primera Comunión. Maravillas recibe el sacramento a los nueve años y afirmará mucho más tarde: “Fui felicísima. Solo traté con el Señor de mis ansias porque llegara el día de poder ser toda suya en la vida religiosa, y siempre es para mí una fecha dulcísima y memorable”[15]. Teresa con un año más, refiere a ese momento como “un día sin nubes” y detalla:
“No es para describir lo que pasó por mi alma con Jesús. Le pedí mil veces que me llevara, y sentía su voz querida por primera vez. ‘¡Ah, Jesús, yo te amo; yo te adoro!’ Le pedía por todos. Y [a la Virgen] la sentía cerca de mí. ¡Oh, cuánto se dilata el corazón! Y por primera vez sentí una paz deliciosa”[16].
Además de la vida de piedad, estas jóvenes, mientras viven en medio del mundo, destacan por su práctica de la caridad hacia los pobres, materializando en sus actividades un modelo que recién comienza a asentarse en Chile en la segunda mitad del siglo XIX, que implica la visita a las familias desamparadas en sus propios domicilios para lograr un vínculo con los necesitados, socorriéndolos tanto en lo espiritual como en lo material[17]. En el caso de Juanita, perteneciendo a la congregación de las Hijas de María del colegio del Sagrado Corazón, se compromete a este auxilio y, junto con su madre, suele asistir a los conventillos; ayuda que también presta en el campo durante sus vacaciones[18]. Maravillas, cuya vida fue mucho más larga, destaca por su preocupación por los pobres hasta el final, logrando entregar viviendas y fundar escuelas para niños[19].
Ya en plena juventud, su entorno también les significa obligaciones sociales que a diferencia de quienes las rodean, no les atraen en lo absoluto, dada su madurez espiritual y compromisos con la divinidad. Maravillas dice:
“El mundo que me vi obligada algún tiempo a frecuentar, no tenía atractivo ninguno para mí, y deseaba ardientemente consagrarme a Dios”[20].
Así conoce el Carmelo a través de una prima y comienza a leer a Santa Teresa y San Juan de la Cruz, logrando entrar solo en 1919, luego de que ha muerto su padre y de recibir la autorización materna.
El caso de Juanita es diferente porque es el mismo Cristo quien le pide ser carmelita, tomando la decisión tempranamente. No obstante, hija de su tiempo, duda ante la posibilidad de ingresar a la Sociedad del Sagrado Corazón[21], a cuyo colegio asiste y finalmente se decide:
“Me atrae mucho esa vida de inmolación; pero el Carmen se me presenta con todos los atractivos para llenar mi alma. Además, N. Señor me ha manifestado tantas veces que sea carmelita”[22].
Ambas ingresan al Carmelo con la autorización familiar y con una marcada devoción al Sagrado Corazón; Juanita por su familia y especialmente el colegio, Maravillas por el contexto en el cual España se consagra al Sagrado Corazón de Jesús en 1919.
Una vez en el Carmelo se dejan llevar por la fuerza de la oración, la clausura, el silencio y la pobreza de la Orden, sintiendo que su vida está en plenitud. Ambas consideran el Carmelo como “el cielo en la tierra” y no dejan de maravillarse ante su celda, siendo elocuente la semejanza de su testimonio.
Teresa afirma:
“…¡mi celdita! Es el pequeño sagrario donde vivo con Él solo. Tengo una tarima (la cama), una mesita bajita, el lavatorio en el suelo, un pisito que no usamos porque nos sentamos en el suelo. La única joya de nuestra celda es una gran cruz y una corona de espinas”[23].
Maravillas, en las mismas circunstancias, recién en el Monasterio, afirma:
“La celda, donde está uno solo con Dios, parece el cielo, y luego saber que con todas nuestras acciones, por insignificantes que sean, estamos agradando a Dios, puesto que se hacen por obediencia. En fin, claro que en todas partes se puede uno santificar, y lo principal y solo necesario es cumplir la voluntad del Señor, pero yo no puedo por menos de darle infinitas gracias porque para mí haya sido esta su voluntad”[24].
Sus escritos también muestran cómo van ascendiendo en el camino místico de la relación con Dios. Juanita, ahora Teresa de Jesús, intenta explicar con palabras su propia experiencia:
“En la oración hay muchos grados y modos diversos con los cuales el alma, conociendo a Dios, se une a Él. El primer grado es la meditación, que consiste en reflexionar sobre una verdad […]. Lo esencial de la oración es inflamar la voluntad en amor de Dios, pues si esto se consigue, se tiene fuerza para obrar la virtud.
[…] Hay otro modo de oración, y es el de la locución. Esto consiste en sentir interiormente una voz que parece ser, ya de N. Señor o de la Sma. Virgen, que dice lo que se debe hacer para ser buena u otras cosas. A veces es el mismo entendimiento el que con rapidez forma razones; pero otras veces es N. Señor que inspira el alma […].
Cuando un alma se da a Dios por entero, Él se le manifiesta de tal modo que esa alma va descubriendo en Él horizontes infinitos y, por lo tanto, amándolo y uniéndose más a Él”[25].
Y logrando esa plena unión con Dios, Maravillas también deja constancia de su vivencia mística:
“Estando en la Misa cantada, empecé a sentir allá dentro una como fuerza muy grande de amor, yo creo que más fuerte que nunca; no hacía nada, ni pensaba nada más que amar y como esto crecía, crecía, no sabía qué hacer, pues notaba que me iba como penetrando tanto de ese amor que se me borraba lo demás y temía caerme”[26].
La plenitud alcanzada en el Carmelo por estas dos santas contemporáneas, logra unir dos realidades al parecer tan diferentes como la española y la chilena a comienzos del siglo XX. Dos vidas, una vida tan breve, silenciosa y oculta en el fin del mundo como la de Juanita Fernández, que a priori podría contrastar con la de Maravillas de Jesús, que muere a los 83 años después de haber realizado múltiples fundaciones de monasterios en Europa; confluyen a la luz de la espiritualidad carmelita y permiten abrir nuevos campos de estudio sobre la santidad contemporánea.
NOTAS
[1] Lucía Fernández Solar, hermana mayor de Juanita.
[2] Santa Teresa de Los Andes, Diario, 7, Obras completas (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 1995), p. 81.
[3] Maravillas de Jesús (Madrid, 1891-1974), recibe una completa educación en su hogar e ingresa al Carmelo de El Escorial en 1919. Cinco años después funda el Monasterio Cerro de los Ángeles, donde sufre las hostilidades de la Guerra Civil y debe abandonarlo por un tiempo, partiendo a Las Batuecas (Salamanca) donde lleva a cabo una nueva fundación, a la que le siguen muchas más, incluso en la India, por un gran florecimiento de vocaciones. Se caracteriza durante toda su vida por su preocupación por los pobres y especialmente por un profundo amor al Carmelo y a sus padres San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Beatificada en 1998 y canonizada en 2003 por Juan Pablo II. Sobre su vida y carisma: Si tú le dejas... Vida de la Madre Maravillas de Jesús. Carmelita Descalza (Gráficas Halar, Madrid), 1976; Iraburu, J. M., Maravillas de Jesús, carmelita descalza santa (Fundación Gratis Date, Pamplona, 2003); Cartas de la Madre Maravillas. Antología epistolar de Santa Maravillas de Jesús (Edibesa, Madrid), 2005.
[4] Isabel de la Trinidad (1880-1906), carmelita francesa beatificada por Juan Pablo II en 1984.
[5] Teresita del Niño Jesús (1873-1897), carmelita francesa, canonizada en 1925 por Pío XI y declarada Doctora de la Iglesia en 1997 por Juan Pablo II.
[6] Ver: Güemes Sedano, G., Santa Teresa de Los Andes y su espiritualidad (Tesis de Doctorado, Facultad de Navarra, Facultad de Teología, Pamplona, 2001); Varas Arias, J. M., Jesucristo en los escritos de Santa Teresa de Los Andes (Tesis de Doctorado, Facultad de Navarra, Facultad de Teología, Pamplona, 2007); especialmente el capítulo III “Principales influencias en la espiritualidad de Santa Teresa de Los Andes”.
[7] Santa Teresa de Los Andes, Diario, 8, Obras completas, op. cit., 1995, p. 81.
[8] Velasco, J. M., El fenómeno místico. Estudio comparado (Editorial Trotta, Madrid, 2009), 217.
[9] Si tú le dejas... op. cit., p. 33.
[10] Sobre las estadías de Juanita en Chacabuco, detalles de su vida y espiritualidad, ver la completa biografía realizada por Risopatrón, A. M., Teresa de Los Andes. Teresa de Chile (Paula Ediciones, Santiago), 1987. De la misma autora, “20 años de la canonización de Santa Teresa de Los Andes”, Humanitas, Nº 69, Verano 2013, Año XVIII, 74-87. También: Orden del Carmelo Descalzo, Santa Teresa de Los Andes (Santiago, 1992).
[11] Expresión de Juan Fernández en: “La realidad de la comunicación divina en el mundo de hoy”, Humanitas nº 54, otoño 2009, año XIV, 333-349. Dice el autor que sus escritos “muestran una experiencia empírica creciente. Teresa vive un diálogo real y concreto con el mundo sobrenatural que se comunica efectivamente con ella, y las circunstancias externas comprueban que lo que vive es plena realidad”, 335.
[12] Teresa de Los Andes, carta 87, Obras Completas (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 1995), 450-451.
[13] Santa Maravillas de Jesús, Carta n°28, 1925, en Iraburu, J. M., op. cit., 20-21.
[14] Teresa de Los Andes, Diario, 15, “Sufrir con alegría. Carta a la Virgen. Esposa de Jesús. Mi único amor”, Obras Completas (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 1995), 99.
[15] Si tú le dejas… , op. cit., 45.
[16] Teresa de Los Andes, Diario, 6. “Mi Primera Comunión”, Obras Completas, op. cit., 78.
[17] Sobre la nueva forma de ejercer la caridad, ver: Ponce de León, M., Gobernar la pobreza. Prácticas de caridad y beneficencia en la ciudad de Santiago, 1830-1890 (Editorial Universitaria, Santiago), 2011.
[18] Ver: Risopatrón, A. M., Teresa de Los Andes. Teresa de Chile, op. cit.
[19] Ver: Cartas de la Madre Maravillas de Jesús, op. cit.
[20] Si tú le dejas…, op. cit., p. 57.
[21] Sobre el Sagrado Corazón en Chile, ver: de La Taille, A., Educar a la francesa. Anna du Rousier y el impacto del Sagrado Corazón en la mujer chilena (1806-1880) (Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago), 2012.
[22] Teresa de Los Andes, Diario, 47, Obras Completas, op. cit., 177.
[23] Monasterio de Carmelitas Descalzas de Los Andes. Un lirio del Carmelo: Hermana Teresa de Jesús (1940), 296-297.
[24] Cartas de la Madre Maravillas de Jesús, op. cit., 90-91.
[25] Teresa de Los Andes, carta 138 “A una amiga”, Obras Completas, op. cit., 613-614.
[26] Santa Maravillas de Jesús, carta nº296, 1931, Iraburu, J. M., op. cit., 37.