banner_articulo
a:4:{s:13:"_thumbnail_id";s:3:"728";s:14:"_mab_post_meta";s:89:"a:2:{s:15:"post-action-box";s:7:"default";s:25:"post-action-box-placement";s:6:"bottom";}";s:10:"_edit_last";s:1:"3";s:4:"_all";s:53361:"a:23:{s:5:"title";a:1:{i:0;s:82:"Aportes de Edith Stein sobre una fe en salida y en búsqueda de Dios - Haddy Bello";}s:4:"link";a:1:{i:0;s:120:"https://revistacatolica.ecrm.cl/2018/10/aportes-de-edith-stein-sobre-una-fe-en-salida-y-en-busqueda-de-dios-haddy-bello/";}s:7:"pubDate";a:1:{i:0;s:31:"Thu, 18 Oct 2018 06:00:25 +0000";}s:10:"dc:creator";a:1:{i:0;s:9:"pfherrera";}s:4:"guid";a:1:{i:0;s:32:"http://revistacatolica.cl/?p=722";}s:11:"description";a:1:{i:0;s:0:"";}s:15:"content:encoded";a:1:{i:0;s:50723:"
Artículo publicado en la edición Nº 1.184 (OCTUBRE- DICIEMBRE 2014) Autor: Haddy Bello, Pontificia Universidad Católica de Chile Para citar: Bello, Haddy; Una Iglesia "en salida" y en búsqueda de la verdad. Aportes de Edith Stein sobre una fe en salida y en búsqueda de Dios, en La Revista Católica, Nº1.184, octubre-diciembre 2014, pp. 317-333.
 
DESCARGAR ARTÍCULO EN PDF
   

Una Iglesia "en salida" y en búsqueda de la verdad. Aportes de Edith Stein sobre un fe en salida y en búsqueda de Dios. Haddy Bello Pontificia Universidad Católica de Chile

 
1. Introducción
Atendiendo a los trabajos y preocupaciones actuales de repensar la fe, de mirar y analizar nuestro entorno, de redescubrir la novedad del Evangelio en tiempos de crisis, de persecución y de diversos cuestionamientos al mensaje de la Iglesia frente al mensaje de Cristo, es misión de cada bautizado hacer propias todas aquellas inquietudes y dificultades, y reflexionar la fe en clave actual. Es el ejercicio de dar razón de nuestra esperanza, sin temor a examinarnos de frente al rostro amoroso de Dios, pues la Palabra revelada en el Hijo es vida y, por tanto, es presencia de Dios en la historia.
En este contexto, Evangelii Gaudium habla de la necesidad de “una Iglesia en salida”, argumentando que “en la Palabra de Dios aparece constantemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes…”(1). La propuesta del papa Francisco transluce una imagen o idea de Iglesia, que lejos de ser innovadora o progresista (como se le ha calificado a nuestro pontífice), vuelve la mirada hacia la experiencia evangelizadora de los primeros siglos. Una comunidad que adquiere una nueva fuerza a partir de la experiencia salvífica de Dios en Jesucristo (fortaleza recibida de forma plena el día de Pentecostés). Es un Pueblo que, al igual que Jesús, quiere proclamar de ciudad en ciudad “el gozoso anuncio del cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios” (2). Es una Iglesia en constante expansión y portadora de esperanza. “Ay de mí si no predicara el Evangelio” expresaba con profunda convicción el apóstol Pablo (1Cor 9, 16). Por tanto, anunciar la Palabra de Dios no era -ni es hoy- una opción, ni tampoco respuesta a una vocación particular, sino que más bien es una condición ontológica del ser cristiano.
A raíz de esta propuesta, vale preguntarse si acoger la forma mentis de una Iglesia en salida ¿no requerirá de un método o una pedagogía especial? Si bien hay diversos modos de abordar el problema, pienso que más que un método, sería interesante iluminar este asunto con el testimonio de aquellos mártires que han entregado su vida por Cristo, convirtiéndose en expresión viva de una Iglesia “en salida”. Quisiera destacar en particularmente, el aporte de santa Teresa Benedicta de la Cruz como paradigma de una fe en constante búsqueda, una fe que va hacia afuera para dar testimonio de Cristo sin temor a ser crucificada junto a Él.
Es por esto por lo que abordaremos el aporte de santa Edith en dos partes:
“Una fe en salida, en búsqueda de la verdad” (aspectos biográficos de su búsqueda de Dios mediante la búsqueda de la verdad).
“La búsqueda de Dios, una pedagogía cristiana en clave de salida” (aportes de sus escritos en relación con la formación de la persona a la luz de la fe).
2. Edith Stein: Una fe en salida, en búsqueda de la verdad
“La experiencia de esta mujer, que afrontó los desafíos de un siglo atormentado como el nuestro, es un ejemplo para nosotros” (3). La dramaticidad de su vida nos muestra cómo el deseo insaciable de Dios y la búsqueda de la verdad(4), se transforman en el escenario vital para permitir (una vez realizado el encuentro con el amor de Dios, manifestado en Cristo) el anuncio de la fe.
Hay quienes aquí podrían juzgar: ¿cómo es posible hablar de una fe en salida cuando nos referimos al testimonio de una monja carmelita de clausura? ¿Podría considerarse su experiencia conventual, como una limitación de una fe en salida? Para responder a estas preguntas, basta con revisar parte de la biografía de Stein:
Edith nace el 12 de octubre de 1891 en Breslau (hoy Wroclaw, Polonia), en el seno de una familia judía (5). Es la menor de siete hermanos. Desde pequeña, manifiesta gran interés por la historia y la literatura, demostrando un mundo interior enérgico y lleno de interrogantes.
Entre los años 1906-1907 ya lee a poetas y dramaturgos como Friedrich Hebbel, Henrik Ibsen y William Shakespeare; se prepara para entrar a la escuela de bachillerato, y a pesar de cultivar activamente su mente creativa, atraviesa un proceso de indiferencia religiosa que marca su búsqueda de la verdad.
Ingresa a la Universidad de Breslau, donde toma cursos de filosofía, estudia psicología y participa en actividades extraacadémicas de pedagogía y excursionismo. Pese a participar diligentemente en sus clases sólo alcanzó a estudiar dos años de Germánicas e Historia, pues, luego de leer las Investigaciones lógicas de Edmund Husserl decide trasladar su expediente a la Universidad de Gotinga, donde llegará a ser su alumna y ayudante. Encaminada en su itinerario filosófico, realiza varias actividades, entre ellas, servir voluntariamente como enfermera en un hospital militar en Moravia, atendiendo a los heridos de guerra (1915).
En agosto del año siguiente, presenta en Friburgo de Brisgovia su tesis doctoral, que posteriormente será parcialmente publicada bajo el título Zum Problem der Einfühlung (Sobre el problema de la empatía). Conoce a Martin Heidegger y trabaja como asistente personal de Husserl en Friburgo, labor que en 1918 ella deja de lado, por considerar que su mentor -en la obra sobre las Ideas-, aún no había logrado llegar a las cosas mismas y, por tanto, su investigación seguía encerrada en la conciencia o en la inmanencia(6). Adicionalmente, se ocupa de preparar la publicación de los escritos de su amigo Adolf Reinach, quien sirviendo en la I Guerra Mundial, había muerto en el frente de batalla.
La filosofía como fundamento efectivo y presupuesto de las ciencias positivas(7), particularmente la fenomenología, es durante este tiempo, su gran guía en la fiel búsqueda de la verdad. A su vez, la pregunta por la mujer comienza a cobrar importancia, especialmente cuando en 1919, por el hecho de ser mujer, se le impide ejercer la docencia universitaria. Si bien todavía no desarrolla un pensamiento maduro al respecto, nacen las preguntas que más adelante darán vida a sus escritos sobre la formación de la persona humana, la mujer y su papel en la sociedad.
Edith vive un período de crisis profunda, sin ser capaz de encontrar en la filosofía ni en la fenomenología, el ansiado fundamento vivo de la verdad.
Cerca de 1918, por medio de sus amigos Pauline y Adolf Reinach, y Hedwig Conrad-Martius, Edith comienza su acercamiento a la fe cristiana. Durante un tiempo visita tanto la Iglesia católica, como la Iglesia evangélica; es un tiempo de ardiente exploración, pero encuentra su punto de inflexión en 1921, cuando descubre el testimonio de vida de santa Teresa de Jesús. Hay un vuelco, tanto en su forma de concebir la realidad, como en su relación con Dios. Su conversión a Cristo determina este nuevo camino que se abre ante ella: comienza a instruirse en la fe católica, lee el Catecismo, se bautiza; trabaja dando clases de literatura en un Seminario administrado por las hermanas dominicas en Espira (1923); se introduce en la teología de santo Tomás de Aquino e inicia su traducción de las Quaestiones disputatae de Veritate; además, publica su traducción de las cartas y escritos del Cardenal John Henry Newman (1928) y al año siguiente, con motivo de la celebración de los 70 años de Husserl, publica Husserls Phänomenologie und die Philosophie des Hl. Thomas von Aquino. Versuch einer Gegenüberstellung (La fenomenología de Husserl y la filosofía de santo Tomás de Aquino. Ensayo de una confrontación)(8). Definitivamente es el comienzo de un período distinto y destacado, en el que, además, sus conferencias y cursos sobre la mujer, dictados entre 1928 y 1933, comienzan a resonar entre las autoridades académicas y civiles en el rígido contexto del nacional socialismo alemán.
En octubre de 1933 da uno de los pasos más radicales de su vida, ingresa al convento de las Carmelitas descalzas en Colonia (Alemania), donde toma el nombre de Teresia Benedicta a Cruce, nominación que marca la autoconciencia del sentido de su vida y lo que será su muerte. En la cruz de Cristo, Teresa Benedicta encuentra descanso a su larga búsqueda, Dios le revela -mediante su amor, sellado en la cruz-, la Verdad que por años investigó. Y en el Carmelo, en 1936, terminó su obra Endliches und ewiges Sein (Ser finito, ser eterno), que fue publicada de forma póstuma en 1950.
Su vida entre las hermanas estuvo lejos de ser una estadía tranquila. En 1939, año en que comienza la II Guerra Mundial, a causa del hostigamiento del poder político, tuvo que ser trasladada al Carmelo de Echt (Países Bajos), donde pasó sus últimos años de vida profundizando en la teología de Dionisio Areopagita y en el conocimiento de la teología mística de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. Dos grandes escritos nacieron de esta época: Wege der Gotteserkenntnis y Kreuzeswissenschaft (Caminos del conocimiento de Dios y Ciencia de la Cruz, respectivamente).
Su obra filosófico-teológica y mística, concluye el domingo 2 de agosto de 1942, cuando un camión de la Gestapo la espera a la salida del convento, y junto a varios religiosos, entre ellos, su hermana Rosa, es llevada al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde -según los registros de la Deutsches Rotes Kreuz- el 9 de agosto de ese mismo año, muere en la cámara de gas. “De esta forma sor Benedicta, unida con Cristo y en medio de sus hermanos de raza, se abraza con la más profunda humillación”(9).
Sin lugar a duda, advertimos la riqueza que implica seguir el itinerario de su biografía. Si bien, nos encontramos frente a una persona admirable en sus capacidades académicas, «la grandeza intelectual de Edith Stein no le sobrecoge, porque esa grandeza queda muy por detrás de su vida realmente envidiable, totalmente impregnada por el amor de Dios» (10).
En su historia ella reúne la atractiva conjunción entre vida, obra y pensamiento. Con el testimonio de su muerte nos dice “No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad. El uno sin la otra se convierte en una mentira destructiva”(11).
Habiendo hecho un breve recorrido sobre la vida de santa Edith, podemos retomar las interrogantes sobre si ¿es posible hablar de una fe en salida cuando nos referimos al testimonio de una carmelita de clausura? Y si ¿Podría considerarse su experiencia conventual, como una limitación de una fe en salida? Sería un error mirar sólo el final de su vida para dar un veredicto, pues para ello debe considerarse la totalidad de su vida, con sus múltiples etapas y procesos, pues precisamente en esta diversidad radica la riqueza de su testimonio. De este modo se hace más clara la respuesta: sí, es posible hablar de una fe en salida en el caso de nuestra santa; y su experiencia conventual de ninguna manera pudo haber sido un obstáculo para evangelizar y salir al encuentro.
Para Stein, la comprensión y la formación integral de la persona como cuerpo material, como ser vivo, como ser animado y como ser espiritual, se hace vital para alcanzar la madurez humana (12). Solo a partir de esta visión integradora, la evangelización podrá servir de fundamento para articular un anuncio de salvación que sea efectivo y verdaderamente humanizador.
A raíz de lo anterior, me gustaría destacar algunos aspectos biográficos de Edith Stein y reconocer en dichas situaciones (o espacios comunes), diversos elementos que componen -directa o indirectamente y de forma paralela (van de la mano)-, el proceso de formación de la persona humana junto al proceso de evangelización, poniéndolos al alcance de todos, lo cual nos permite descubrir lo extraordinario en lo cotidiano y construir una vida de fe “en salida”:
Cuando se nombra el “interés por la historia y la literatura”, el “mundo interior lleno de interrogantes” y la participación de Edith en “actividades extraacadémicas”, se pone de manifiesto el carácter actual y encarnado del Evangelio, que se ocupa de las inquietudes humanas más nobles. Stein se hace cargo de esto, se forma, crece, aprende, escribe una tesis doctoral; se pregunta por la mujer (y los problemas que le aquejan), por la enseñanza de la persona y su papel en la sociedad.
Cuando sirve “voluntariamente como enfermera en un hospital militar en Moravia”, demuestra aquella necesidad de salir al encuentro de los heridos, los necesitados; cuando “trabaja dando clases en un Seminario” se hace cargo también de educación de la fe.
Cuando “vive un período de crisis profunda”, cuando se pregunta y no se conforma con las respuestas recibidas, busca nuevos rumbos, persevera en la “búsqueda de la verdad”.
Y cuando encuentra a Dios no lo deja. Realiza “su acercamiento a la fe” e inicia un “tiempo de ardiente exploración”, transforma su vida “en su forma de concebir la realidad, como en su relación con Dios”, “comienza a instruirse en la fe”, “lee el Catecismo, se bautiza”, “se introduce en la teología” e “ingresa al convento”. Cada paso que ella da, hoy podemos entenderlo en clave de la totalidad de su historia: todo cooperó para su encuentro definitivo en la Cruz de su amado Jesucristo, por ello “toma el nombre de Teresia Benedicta a Cruce” y pone por escrito aquello que ha descubierto. Sus obras, han sido publicadas y ha sido capaz de llegar al corazón y la mente de miles de personas que la leen. Finalmente, al morir en Auschwitz- Birkenau, ella se hace cargo de toda una vida en búsqueda, una vida en salida al encuentro del otro, que se sella en la cámara de gas, unida a Cristo y en medio de sus hermanos.
3. Edith Stein: La búsqueda de Dios, una pedagogía cristiana en clave de salida
En esta sección rescataremos tres aportes básicos, en relación con una pedagogía cristiana en clave de salida. Estos puntos nos servirán para ilustrar la necesidad de prepararnos para el servicio de ser testigos y portadores de la Palabra, ya que “hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera”(13):
a) La historia como espacio de sentido para la realización del plan de Dios
b) Empatía y reconocimiento de las diversas “experiencias” de mundo
c) La imagen de hombre y la comprensión de la fe como llamado individual y colectivo
a) La historia como espacio de sentido para la realización del plan de Dios
“La religión y la historia se van acercando para mí cada vez más, y me parece que los cronistas medievales, que insertaban la historia del mundo entre la caída en el pecado y el juicio universal, eran más expertos que los modernos especialistas, a los que al considerar los hechos comprobados de una manera científicamente irreprochable se les ha escapado el sentido de la historia”(14).
La valoración que hace Stein sobre la historia como espacio y escenario vital de la realización del plan de Dios se hace evidente. No es posible concebir una religión ni una fe a modo humano, si no es en la historia. Ella tiene clara conciencia de que la salvación operada por Dios a través de los primeros padres (Abraham, Isaac, Jacob, Moisés…) y de forma excelente y perfecta en Jesucristo, se realiza históricamente, en un contexto de tensión entre pecado original y juicio universal, entre origen y fin de los tiempos.
Si bien, estamos marcados por el pecado de Adán y Eva, no estamos condicionados al sin sentido, porque hay una presencia real de Dios que ha hecho camino con su Pueblo. Ella se reconoce abiertamente como “hija del pueblo judío”(15), lo cual demuestra la herencia cultural y la visión del carácter imborrable de la historia, que poseía todo hebreo en espera de la Promesa. Por lo tanto, cada acción, cada pensamiento, está en tensión escatológica y constituye una búsqueda y un “salir al encuentro” de esta Promesa.
b) Empatía y reconocimiento de las diversas “experiencias” de mundo
“La empatía, según Edith Stein, es el conocimiento inmediato de la vivencia del otro, más que, como generalmente se cree, la sintonía con el sentimiento de la otra persona. La empatía es un fenómeno cognoscitivo, no propiamente afectivo. Es decir: puede darse la empatía, el conocimiento inmediato de la vivencia de otro sin que uno mismo se vea afectado por ese sentimiento… El conocimiento de la vivencia ajena contiene la tendencia al sentir-con el otro…”(16).
Aquí es de suma importancia considerar la empatía como una forma de conocimiento de nuestra realidad. Labor fundamental al hacer el ejercicio de salir a evangelizar, pues la mayoría de las misiones pierden fuerza a causa de la falta de conocimiento del hermano a quien se le va a hablar de Dios. La misma Edith reconoce las diversas “experiencias” de mundo, que requieren una adecuación del lenguaje para hacerlo efectivo, es decir, “para el hombre con mentalidad naturalista, la realidad es aquello que percibe con sus sentidos y que en base a la percepción sensorial reconoce con la razón”(17), mientras que “para el hombre creyente, el mundo es un mundo de Dios; todo lo que existe ha sido creado por Dios o, al menos, está previsto por Dios e introducido en su plan”(18) (si bien estas son formas extremas de percibir la existencia, no dejan de ser reales). Empatizar requiere la habilidad de buscar conocer los dolores y las necesidades del otro, para mostrarle el rostro vivo de Cristo que se hace uno con aquellos que sufren y carecen. Algo así demostró de forma análoga el apóstol Pablo, cuando comenta “al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar” (Hch 17,23). Él presentaría aquel rostro del resucitado que los atenieses desconocían. Dicha actitud demuestra que, cuando se propone una actividad misionera “en salida”, no se debe tener miedo de presentar el Evangelio como una novedad incesante y que puede siempre producir admiración y sorpresa en quien la recibe(19).
c) La imagen de hombre y la comprensión de la fe como llamado individual y colectivo
De los 3 elementos planteados (la historia, la empatía y la imagen de hombre), el que merece mayor dedicación para la propuesta actual de una “Iglesia en salida”, pues implica a las anteriores, y a su vez, es reconocer con honestidad cuál es la imagen de hombre que tenemos en frente. Pues ese “hombre” es el fundamento de la experiencia pedagógica de la fe (partiendo por Cristo, imagen del hombre y de todo hombre. Cf. GS 22).
En la obra de Edith Stein, “Estructura de la persona humana”, ella propone el estudio antropológico como una verdadera “doctrina sobre el hombre”, o sea, no como un simple modo de interpretar al ser humano, sino como una ciencia capaz de comprender el problema de la individualidad que supone pensar simultáneamente al hombre como individuo y colectividad.
Hay una preocupación –no solo de la idea o imagen del hombre– sino también de una comprensión integral, como cuerpo material, como ser vivo, como ser animado y como ser espiritual. Sólo a partir de esta visión integradora, la antropología podrá servir de fundamento para articular una pedagogía(20) y un trabajo evangelizador que sea efectivo y humanizador.
c.1) Las diferentes antropologías y su relevancia pedagógica
La primera dificultad que se esboza es determinar qué tipo de antropología es la que nos ayudará a encontrar respuesta a la pregunta “¿qué es el hombre?”. La autora hace un camino evolutivo respecto a las diversas consideraciones o abordajes de esta ciencia:
i) Antropología “de la ciencia natural”
Aquella que estudia al hombre como especie. Es el homo sapiens “que constituye el estadio evolutivo más alto alcanzado hasta ahora. Así se estudia en qué se diferencian la estructura y las funciones del cuerpo humano de las del cuerpo animal”(21).
Surge la pregunta: este tipo de conocimiento ¿tiene relevancia pedagógica? Claro que sí, puesto que “es importante para el educador conocer la estructura, las funciones y las leyes evolutivas del cuerpo humano conocer. Sólo así podrá saber qué puede fomentar su desarrollo natural y qué puede perjudicarlo”(22). Otro motivo es que favorece el conocimiento de los grupos humanos. Cada hombre no es sólo un ente aislado, sino que además es miembro de grupos supra-personales(23), tales como el pueblo y la raza. Si bien estos motivos son importantes, no son suficientes(24).
ii) Antropología “de las ciencias humanísticas”
Necesitamos una antropología que sea capaz de: comprender al hombre concreto y proporcionarnos una jerarquía de nuestros objetivos (la ciencia natural no permite desarrollar un criterio valorativo del individuo ni de sus relaciones). “¿Existen ciencias que tengan por objeto al individuo en su individualidad? […] ¿Existe realmente la vía de conocimiento que conduzca a la captación de la individualidad, y existe la posibilidad de exponer ese conocimiento por medio del lenguaje, de manera accesible a otros?”(25). Se postula a la Historia como una ciencia humanística que “trata de investigar y exponer la marcha de la humanidad […], trata de captar lo individual-concreto, la biografía”(26), etc. Pero finalmente, tampoco permite determinar la individualidad más que de modo aproximado, ya que “conocer es captar objetos en conceptos y exponerlos por medio de conceptos, y los conceptos son universales”(27).
Edith, por su parte, considera ilícita esta limitación del saber, puesto que “si el conocimiento es una captación espiritual de un ente, es lícito decir que conocemos el modo de ser propio de un hombre: este modo de ser se nos muestra a través de las múltiples formas expresivas en las que lo «interior» se «exterioriza», y nosotros comprendemos ese lenguaje”(28). Es cierto que en dicha comprensión se dan diferencias interpretativas, pero captar el modo de ser de cada individuo es un arte, y se constituye como parte de la tarea de la pedagogía.
Retomando la valoración del lenguaje, ella afirma que: “El modo de ser propio de una persona se expresa también en formas que pueden seguir existiendo separadas de ella: en su letra, en el estilo que se refleja en sus cartas o en otras manifestaciones literarias, en todas sus obras, y también en los efectos que ha producido en otros hombres”(29). Lo que nos permite volver a pensar la Historia (y la labor del historiador) como un proceso que puede ayudar(30) a penetrar en la individualidad por medio del lenguaje de esos signos. Proceso en el cual el historiador debe hacer el trabajo previo de recoger las fuentes y los restos antes nombrados (letra, estilo, etc.). Luego, debe comprenderlos e interpretarlos; para finalmente transmitirlos, es decir, para poner al alcance de otros la individualidad que se ha captado(31).
iii) Antropología “de la ciencia humanística general” (Hacia una antropología “filosófica”)(32)
¿Hay una antropología que pueda ayudarnos a comprender la individualidad?
“La individualidad es consustancial al hombre, y no se habrá comprendido a este último hasta que no se haya captado la primera”(33)… es una afirmación sobre el hombre como tal, que nace de lo cotidiano, de la condición humana concreta y que tiene un logos propio. “Partiendo de la vida real concreta y de figuras históricas, capta al hombre como espíritu y con todo lo que le es esencial en su calidad de persona espiritual. Todo lo externo que se someta a consideración es lenguaje del espíritu, o su ser pleno que habla al ser. De esta manera llegamos a una antropología que, a diferencia de la historia y de las creencias a ella afines, es una ciencia humanística dotada de universalidad, una ciencia del hombre como persona espiritual”(34).
Por su parte, “las preguntas acerca del valor y el deber se suelen asignar a la ética, y la ética pasa por ser una disciplina filosófica. Lo que un objeto vale lo vale en razón de lo que es. La jerarquía de valores es una jerarquía de seres. Por lo tanto, la teoría del valor, de la que se siguen las normas para la conducta práctica, forma parte de la teoría general del ser u ontología, en la cual hemos de ver la doctrina filosófica fundamental, la «filosofía primera». También es parte de la ontología la ciencia general del espíritu, que a su vez tiene como una de sus partes a la antropología general concebida como ciencia humanística. De esta manera, la antropología que solicitamos como fundamento de la pedagogía habrá de ser una antropología filosófica que estudie, en relación viva con el conjunto de la problemática filosófica, la estructura del hombre y su inserción en las distintas modalidades y territorios del ser a los que pertenece”(35).
iv) Antropología “teológica” – metafísica cristiana
Al inicio de esta presentación, mencionábamos la necesidad de una antropología que propicie una comprensión integral del hombre, es decir, como cuerpo material, como ser vivo, como ser animado y como ser espiritual. Esta última dimensión advierte que la ontología “no debe limitarse al ser creado, sino que debe estudiar la diferencia y la relación existentes entre el ser creado y el increado. Por ello, una antropología que no tuviese en cuenta la relación del hombre con Dios no sería completa, ni podría servir de base para la pedagogía”(36). Es así es que la antropología filosófica necesita de una antropología teológica para completarse (de filosofía y teología se compone el edificio de la metafísica cristiana)(37).
c.2) Análisis preliminar del hombre
  • El hombre como cuerpo material, como ser vivo, ser animado, ser espiritual
Cuerpo material: Por su constitución corporal el hombre es una cosa material, sometida a las mismas leyes que toda materia. Es lo que tenemos ante nuestros ojos en la experiencia viva, quizás lo primero que nos llama la atención cuando no conocemos a alguien(38).
Ser vivo: Es propio de lo vivo poder moverse por sí mismo (mediante un impulso interior). Por tanto, el hombre es cuerpo material que está vivo(39).
Ser animado: Cuando somos capaces de hacer propio el sentir del otro (cuando empatizamos)
Artículo publicado en la edición Nº 1.184 (OCTUBRE- DICIEMBRE 2014) Autor: Haddy Bello, Pontificia Universidad Católica de Chile Para citar: Bello, Haddy; Una Iglesia "en salida" y en búsqueda de la verdad. Aportes de Edith Stein sobre una fe en salida y en búsqueda de Dios, en La Revista Católica, Nº1.184, octubre-diciembre 2014, pp. 317-333.
 
DESCARGAR ARTÍCULO EN PDF
   

Una Iglesia "en salida" y en búsqueda de la verdad. Aportes de Edith Stein sobre un fe en salida y en búsqueda de Dios. Haddy Bello Pontificia Universidad Católica de Chile

 
1. Introducción
Atendiendo a los trabajos y preocupaciones actuales de repensar la fe, de mirar y analizar nuestro entorno, de redescubrir la novedad del Evangelio en tiempos de crisis, de persecución y de diversos cuestionamientos al mensaje de la Iglesia frente al mensaje de Cristo, es misión de cada bautizado hacer propias todas aquellas inquietudes y dificultades, y reflexionar la fe en clave actual. Es el ejercicio de dar razón de nuestra esperanza, sin temor a examinarnos de frente al rostro amoroso de Dios, pues la Palabra revelada en el Hijo es vida y, por tanto, es presencia de Dios en la historia.
En este contexto, Evangelii Gaudium habla de la necesidad de “una Iglesia en salida”, argumentando que “en la Palabra de Dios aparece constantemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes…”(1). La propuesta del papa Francisco transluce una imagen o idea de Iglesia, que lejos de ser innovadora o progresista (como se le ha calificado a nuestro pontífice), vuelve la mirada hacia la experiencia evangelizadora de los primeros siglos. Una comunidad que adquiere una nueva fuerza a partir de la experiencia salvífica de Dios en Jesucristo (fortaleza recibida de forma plena el día de Pentecostés). Es un Pueblo que, al igual que Jesús, quiere proclamar de ciudad en ciudad “el gozoso anuncio del cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios” (2). Es una Iglesia en constante expansión y portadora de esperanza. “Ay de mí si no predicara el Evangelio” expresaba con profunda convicción el apóstol Pablo (1Cor 9, 16). Por tanto, anunciar la Palabra de Dios no era -ni es hoy- una opción, ni tampoco respuesta a una vocación particular, sino que más bien es una condición ontológica del ser cristiano.
A raíz de esta propuesta, vale preguntarse si acoger la forma mentis de una Iglesia en salida ¿no requerirá de un método o una pedagogía especial? Si bien hay diversos modos de abordar el problema, pienso que más que un método, sería interesante iluminar este asunto con el testimonio de aquellos mártires que han entregado su vida por Cristo, convirtiéndose en expresión viva de una Iglesia “en salida”. Quisiera destacar en particularmente, el aporte de santa Teresa Benedicta de la Cruz como paradigma de una fe en constante búsqueda, una fe que va hacia afuera para dar testimonio de Cristo sin temor a ser crucificada junto a Él.
Es por esto por lo que abordaremos el aporte de santa Edith en dos partes:
“Una fe en salida, en búsqueda de la verdad” (aspectos biográficos de su búsqueda de Dios mediante la búsqueda de la verdad).
“La búsqueda de Dios, una pedagogía cristiana en clave de salida” (aportes de sus escritos en relación con la formación de la persona a la luz de la fe).
2. Edith Stein: Una fe en salida, en búsqueda de la verdad
“La experiencia de esta mujer, que afrontó los desafíos de un siglo atormentado como el nuestro, es un ejemplo para nosotros” (3). La dramaticidad de su vida nos muestra cómo el deseo insaciable de Dios y la búsqueda de la verdad(4), se transforman en el escenario vital para permitir (una vez realizado el encuentro con el amor de Dios, manifestado en Cristo) el anuncio de la fe.
Hay quienes aquí podrían juzgar: ¿cómo es posible hablar de una fe en salida cuando nos referimos al testimonio de una monja carmelita de clausura? ¿Podría considerarse su experiencia conventual, como una limitación de una fe en salida? Para responder a estas preguntas, basta con revisar parte de la biografía de Stein:
Edith nace el 12 de octubre de 1891 en Breslau (hoy Wroclaw, Polonia), en el seno de una familia judía (5). Es la menor de siete hermanos. Desde pequeña, manifiesta gran interés por la historia y la literatura, demostrando un mundo interior enérgico y lleno de interrogantes.
Entre los años 1906-1907 ya lee a poetas y dramaturgos como Friedrich Hebbel, Henrik Ibsen y William Shakespeare; se prepara para entrar a la escuela de bachillerato, y a pesar de cultivar activamente su mente creativa, atraviesa un proceso de indiferencia religiosa que marca su búsqueda de la verdad.
Ingresa a la Universidad de Breslau, donde toma cursos de filosofía, estudia psicología y participa en actividades extraacadémicas de pedagogía y excursionismo. Pese a participar diligentemente en sus clases sólo alcanzó a estudiar dos años de Germánicas e Historia, pues, luego de leer las Investigaciones lógicas de Edmund Husserl decide trasladar su expediente a la Universidad de Gotinga, donde llegará a ser su alumna y ayudante. Encaminada en su itinerario filosófico, realiza varias actividades, entre ellas, servir voluntariamente como enfermera en un hospital militar en Moravia, atendiendo a los heridos de guerra (1915).
En agosto del año siguiente, presenta en Friburgo de Brisgovia su tesis doctoral, que posteriormente será parcialmente publicada bajo el título Zum Problem der Einfühlung (Sobre el problema de la empatía). Conoce a Martin Heidegger y trabaja como asistente personal de Husserl en Friburgo, labor que en 1918 ella deja de lado, por considerar que su mentor -en la obra sobre las Ideas-, aún no había logrado llegar a las cosas mismas y, por tanto, su investigación seguía encerrada en la conciencia o en la inmanencia(6). Adicionalmente, se ocupa de preparar la publicación de los escritos de su amigo Adolf Reinach, quien sirviendo en la I Guerra Mundial, había muerto en el frente de batalla.
La filosofía como fundamento efectivo y presupuesto de las ciencias positivas(7), particularmente la fenomenología, es durante este tiempo, su gran guía en la fiel búsqueda de la verdad. A su vez, la pregunta por la mujer comienza a cobrar importancia, especialmente cuando en 1919, por el hecho de ser mujer, se le impide ejercer la docencia universitaria. Si bien todavía no desarrolla un pensamiento maduro al respecto, nacen las preguntas que más adelante darán vida a sus escritos sobre la formación de la persona humana, la mujer y su papel en la sociedad.
Edith vive un período de crisis profunda, sin ser capaz de encontrar en la filosofía ni en la fenomenología, el ansiado fundamento vivo de la verdad.
Cerca de 1918, por medio de sus amigos Pauline y Adolf Reinach, y Hedwig Conrad-Martius, Edith comienza su acercamiento a la fe cristiana. Durante un tiempo visita tanto la Iglesia católica, como la Iglesia evangélica; es un tiempo de ardiente exploración, pero encuentra su punto de inflexión en 1921, cuando descubre el testimonio de vida de santa Teresa de Jesús. Hay un vuelco, tanto en su forma de concebir la realidad, como en su relación con Dios. Su conversión a Cristo determina este nuevo camino que se abre ante ella: comienza a instruirse en la fe católica, lee el Catecismo, se bautiza; trabaja dando clases de literatura en un Seminario administrado por las hermanas dominicas en Espira (1923); se introduce en la teología de santo Tomás de Aquino e inicia su traducción de las Quaestiones disputatae de Veritate; además, publica su traducción de las cartas y escritos del Cardenal John Henry Newman (1928) y al año siguiente, con motivo de la celebración de los 70 años de Husserl, publica Husserls Phänomenologie und die Philosophie des Hl. Thomas von Aquino. Versuch einer Gegenüberstellung (La fenomenología de Husserl y la filosofía de santo Tomás de Aquino. Ensayo de una confrontación)(8). Definitivamente es el comienzo de un período distinto y destacado, en el que, además, sus conferencias y cursos sobre la mujer, dictados entre 1928 y 1933, comienzan a resonar entre las autoridades académicas y civiles en el rígido contexto del nacional socialismo alemán.
En octubre de 1933 da uno de los pasos más radicales de su vida, ingresa al convento de las Carmelitas descalzas en Colonia (Alemania), donde toma el nombre de Teresia Benedicta a Cruce, nominación que marca la autoconciencia del sentido de su vida y lo que será su muerte. En la cruz de Cristo, Teresa Benedicta encuentra descanso a su larga búsqueda, Dios le revela -mediante su amor, sellado en la cruz-, la Verdad que por años investigó. Y en el Carmelo, en 1936, terminó su obra Endliches und ewiges Sein (Ser finito, ser eterno), que fue publicada de forma póstuma en 1950.
Su vida entre las hermanas estuvo lejos de ser una estadía tranquila. En 1939, año en que comienza la II Guerra Mundial, a causa del hostigamiento del poder político, tuvo que ser trasladada al Carmelo de Echt (Países Bajos), donde pasó sus últimos años de vida profundizando en la teología de Dionisio Areopagita y en el conocimiento de la teología mística de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. Dos grandes escritos nacieron de esta época: Wege der Gotteserkenntnis y Kreuzeswissenschaft (Caminos del conocimiento de Dios y Ciencia de la Cruz, respectivamente).
Su obra filosófico-teológica y mística, concluye el domingo 2 de agosto de 1942, cuando un camión de la Gestapo la espera a la salida del convento, y junto a varios religiosos, entre ellos, su hermana Rosa, es llevada al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde -según los registros de la Deutsches Rotes Kreuz- el 9 de agosto de ese mismo año, muere en la cámara de gas. “De esta forma sor Benedicta, unida con Cristo y en medio de sus hermanos de raza, se abraza con la más profunda humillación”(9).
Sin lugar a duda, advertimos la riqueza que implica seguir el itinerario de su biografía. Si bien, nos encontramos frente a una persona admirable en sus capacidades académicas, «la grandeza intelectual de Edith Stein no le sobrecoge, porque esa grandeza queda muy por detrás de su vida realmente envidiable, totalmente impregnada por el amor de Dios» (10).
En su historia ella reúne la atractiva conjunción entre vida, obra y pensamiento. Con el testimonio de su muerte nos dice “No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad. El uno sin la otra se convierte en una mentira destructiva”(11).
Habiendo hecho un breve recorrido sobre la vida de santa Edith, podemos retomar las interrogantes sobre si ¿es posible hablar de una fe en salida cuando nos referimos al testimonio de una carmelita de clausura? Y si ¿Podría considerarse su experiencia conventual, como una limitación de una fe en salida? Sería un error mirar sólo el final de su vida para dar un veredicto, pues para ello debe considerarse la totalidad de su vida, con sus múltiples etapas y procesos, pues precisamente en esta diversidad radica la riqueza de su testimonio. De este modo se hace más clara la respuesta: sí, es posible hablar de una fe en salida en el caso de nuestra santa; y su experiencia conventual de ninguna manera pudo haber sido un obstáculo para evangelizar y salir al encuentro.
Para Stein, la comprensión y la formación integral de la persona como cuerpo material, como ser vivo, como ser animado y como ser espiritual, se hace vital para alcanzar la madurez humana (12). Solo a partir de esta visión integradora, la evangelización podrá servir de fundamento para articular un anuncio de salvación que sea efectivo y verdaderamente humanizador.
A raíz de lo anterior, me gustaría destacar algunos aspectos biográficos de Edith Stein y reconocer en dichas situaciones (o espacios comunes), diversos elementos que componen -directa o indirectamente y de forma paralela (van de la mano)-, el proceso de formación de la persona humana junto al proceso de evangelización, poniéndolos al alcance de todos, lo cual nos permite descubrir lo extraordinario en lo cotidiano y construir una vida de fe “en salida”:
Cuando se nombra el “interés por la historia y la literatura”, el “mundo interior lleno de interrogantes” y la participación de Edith en “actividades extraacadémicas”, se pone de manifiesto el carácter actual y encarnado del Evangelio, que se ocupa de las inquietudes humanas más nobles. Stein se hace cargo de esto, se forma, crece, aprende, escribe una tesis doctoral; se pregunta por la mujer (y los problemas que le aquejan), por la enseñanza de la persona y su papel en la sociedad.
Cuando sirve “voluntariamente como enfermera en un hospital militar en Moravia”, demuestra aquella necesidad de salir al encuentro de los heridos, los necesitados; cuando “trabaja dando clases en un Seminario” se hace cargo también de educación de la fe.
Cuando “vive un período de crisis profunda”, cuando se pregunta y no se conforma con las respuestas recibidas, busca nuevos rumbos, persevera en la “búsqueda de la verdad”.
Y cuando encuentra a Dios no lo deja. Realiza “su acercamiento a la fe” e inicia un “tiempo de ardiente exploración”, transforma su vida “en su forma de concebir la realidad, como en su relación con Dios”, “comienza a instruirse en la fe”, “lee el Catecismo, se bautiza”, “se introduce en la teología” e “ingresa al convento”. Cada paso que ella da, hoy podemos entenderlo en clave de la totalidad de su historia: todo cooperó para su encuentro definitivo en la Cruz de su amado Jesucristo, por ello “toma el nombre de Teresia Benedicta a Cruce” y pone por escrito aquello que ha descubierto. Sus obras, han sido publicadas y ha sido capaz de llegar al corazón y la mente de miles de personas que la leen. Finalmente, al morir en Auschwitz- Birkenau, ella se hace cargo de toda una vida en búsqueda, una vida en salida al encuentro del otro, que se sella en la cámara de gas, unida a Cristo y en medio de sus hermanos.
3. Edith Stein: La búsqueda de Dios, una pedagogía cristiana en clave de salida
En esta sección rescataremos tres aportes básicos, en relación con una pedagogía cristiana en clave de salida. Estos puntos nos servirán para ilustrar la necesidad de prepararnos para el servicio de ser testigos y portadores de la Palabra, ya que “hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera”(13):
a) La historia como espacio de sentido para la realización del plan de Dios
b) Empatía y reconocimiento de las diversas “experiencias” de mundo
c) La imagen de hombre y la comprensión de la fe como llamado individual y colectivo
a) La historia como espacio de sentido para la realización del plan de Dios
“La religión y la historia se van acercando para mí cada vez más, y me parece que los cronistas medievales, que insertaban la historia del mundo entre la caída en el pecado y el juicio universal, eran más expertos que los modernos especialistas, a los que al considerar los hechos comprobados de una manera científicamente irreprochable se les ha escapado el sentido de la historia”(14).
La valoración que hace Stein sobre la historia como espacio y escenario vital de la realización del plan de Dios se hace evidente. No es posible concebir una religión ni una fe a modo humano, si no es en la historia. Ella tiene clara conciencia de que la salvación operada por Dios a través de los primeros padres (Abraham, Isaac, Jacob, Moisés…) y de forma excelente y perfecta en Jesucristo, se realiza históricamente, en un contexto de tensión entre pecado original y juicio universal, entre origen y fin de los tiempos.
Si bien, estamos marcados por el pecado de Adán y Eva, no estamos condicionados al sin sentido, porque hay una presencia real de Dios que ha hecho camino con su Pueblo. Ella se reconoce abiertamente como “hija del pueblo judío”(15), lo cual demuestra la herencia cultural y la visión del carácter imborrable de la historia, que poseía todo hebreo en espera de la Promesa. Por lo tanto, cada acción, cada pensamiento, está en tensión escatológica y constituye una búsqueda y un “salir al encuentro” de esta Promesa.
b) Empatía y reconocimiento de las diversas “experiencias” de mundo
“La empatía, según Edith Stein, es el conocimiento inmediato de la vivencia del otro, más que, como generalmente se cree, la sintonía con el sentimiento de la otra persona. La empatía es un fenómeno cognoscitivo, no propiamente afectivo. Es decir: puede darse la empatía, el conocimiento inmediato de la vivencia de otro sin que uno mismo se vea afectado por ese sentimiento… El conocimiento de la vivencia ajena contiene la tendencia al sentir-con el otro…”(16).
Aquí es de suma importancia considerar la empatía como una forma de conocimiento de nuestra realidad. Labor fundamental al hacer el ejercicio de salir a evangelizar, pues la mayoría de las misiones pierden fuerza a causa de la falta de conocimiento del hermano a quien se le va a hablar de Dios. La misma Edith reconoce las diversas “experiencias” de mundo, que requieren una adecuación del lenguaje para hacerlo efectivo, es decir, “para el hombre con mentalidad naturalista, la realidad es aquello que percibe con sus sentidos y que en base a la percepción sensorial reconoce con la razón”(17), mientras que “para el hombre creyente, el mundo es un mundo de Dios; todo lo que existe ha sido creado por Dios o, al menos, está previsto por Dios e introducido en su plan”(18) (si bien estas son formas extremas de percibir la existencia, no dejan de ser reales). Empatizar requiere la habilidad de buscar conocer los dolores y las necesidades del otro, para mostrarle el rostro vivo de Cristo que se hace uno con aquellos que sufren y carecen. Algo así demostró de forma análoga el apóstol Pablo, cuando comenta “al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar” (Hch 17,23). Él presentaría aquel rostro del resucitado que los atenieses desconocían. Dicha actitud demuestra que, cuando se propone una actividad misionera “en salida”, no se debe tener miedo de presentar el Evangelio como una novedad incesante y que puede siempre producir admiración y sorpresa en quien la recibe(19).
c) La imagen de hombre y la comprensión de la fe como llamado individual y colectivo
De los 3 elementos planteados (la historia, la empatía y la imagen de hombre), el que merece mayor dedicación para la propuesta actual de una “Iglesia en salida”, pues implica a las anteriores, y a su vez, es reconocer con honestidad cuál es la imagen de hombre que tenemos en frente. Pues ese “hombre” es el fundamento de la experiencia pedagógica de la fe (partiendo por Cristo, imagen del hombre y de todo hombre. Cf. GS 22).
En la obra de Edith Stein, “Estructura de la persona humana”, ella propone el estudio antropológico como una verdadera “doctrina sobre el hombre”, o sea, no como un simple modo de interpretar al ser humano, sino como una ciencia capaz de comprender el problema de la individualidad que supone pensar simultáneamente al hombre como individuo y colectividad.
Hay una preocupación –no solo de la idea o imagen del hombre– sino también de una comprensión integral, como cuerpo material, como ser vivo, como ser animado y como ser espiritual. Sólo a partir de esta visión integradora, la antropología podrá servir de fundamento para articular una pedagogía(20) y un trabajo evangelizador que sea efectivo y humanizador.
c.1) Las diferentes antropologías y su relevancia pedagógica
La primera dificultad que se esboza es determinar qué tipo de antropología es la que nos ayudará a encontrar respuesta a la pregunta “¿qué es el hombre?”. La autora hace un camino evolutivo respecto a las diversas consideraciones o abordajes de esta ciencia:
i) Antropología “de la ciencia natural”
Aquella que estudia al hombre como especie. Es el homo sapiens “que constituye el estadio evolutivo más alto alcanzado hasta ahora. Así se estudia en qué se diferencian la estructura y las funciones del cuerpo humano de las del cuerpo animal”(21).
Surge la pregunta: este tipo de conocimiento ¿tiene relevancia pedagógica? Claro que sí, puesto que “es importante para el educador conocer la estructura, las funciones y las leyes evolutivas del cuerpo humano conocer. Sólo así podrá saber qué puede fomentar su desarrollo natural y qué puede perjudicarlo”(22). Otro motivo es que favorece el conocimiento de los grupos humanos. Cada hombre no es sólo un ente aislado, sino que además es miembro de grupos supra-personales(23), tales como el pueblo y la raza. Si bien estos motivos son importantes, no son suficientes(24).
ii) Antropología “de las ciencias humanísticas”
Necesitamos una antropología que sea capaz de: comprender al hombre concreto y proporcionarnos una jerarquía de nuestros objetivos (la ciencia natural no permite desarrollar un criterio valorativo del individuo ni de sus relaciones). “¿Existen ciencias que tengan por objeto al individuo en su individualidad? […] ¿Existe realmente la vía de conocimiento que conduzca a la captación de la individualidad, y existe la posibilidad de exponer ese conocimiento por medio del lenguaje, de manera accesible a otros?”(25). Se postula a la Historia como una ciencia humanística que “trata de investigar y exponer la marcha de la humanidad […], trata de captar lo individual-concreto, la biografía”(26), etc. Pero finalmente, tampoco permite determinar la individualidad más que de modo aproximado, ya que “conocer es captar objetos en conceptos y exponerlos por medio de conceptos, y los conceptos son universales”(27).
Edith, por su parte, considera ilícita esta limitación del saber, puesto que “si el conocimiento es una captación espiritual de un ente, es lícito decir que conocemos el modo de ser propio de un hombre: este modo de ser se nos muestra a través de las múltiples formas expresivas en las que lo «interior» se «exterioriza», y nosotros comprendemos ese lenguaje”(28). Es cierto que en dicha comprensión se dan diferencias interpretativas, pero captar el modo de ser de cada individuo es un arte, y se constituye como parte de la tarea de la pedagogía.
Retomando la valoración del lenguaje, ella afirma que: “El modo de ser propio de una persona se expresa también en formas que pueden seguir existiendo separadas de ella: en su letra, en el estilo que se refleja en sus cartas o en otras manifestaciones literarias, en todas sus obras, y también en los efectos que ha producido en otros hombres”(29). Lo que nos permite volver a pensar la Historia (y la labor del historiador) como un proceso que puede ayudar(30) a penetrar en la individualidad por medio del lenguaje de esos signos. Proceso en el cual el historiador debe hacer el trabajo previo de recoger las fuentes y los restos antes nombrados (letra, estilo, etc.). Luego, debe comprenderlos e interpretarlos; para finalmente transmitirlos, es decir, para poner al alcance de otros la individualidad que se ha captado(31).
iii) Antropología “de la ciencia humanística general” (Hacia una antropología “filosófica”)(32)
¿Hay una antropología que pueda ayudarnos a comprender la individualidad?
“La individualidad es consustancial al hombre, y no se habrá comprendido a este último hasta que no se haya captado la primera”(33)… es una afirmación sobre el hombre como tal, que nace de lo cotidiano, de la condición humana concreta y que tiene un logos propio. “Partiendo de la vida real concreta y de figuras históricas, capta al hombre como espíritu y con todo lo que le es esencial en su calidad de persona espiritual. Todo lo externo que se someta a consideración es lenguaje del espíritu, o su ser pleno que habla al ser. De esta manera llegamos a una antropología que, a diferencia de la historia y de las creencias a ella afines, es una ciencia humanística dotada de universalidad, una ciencia del hombre como persona espiritual”(34).
Por su parte, “las preguntas acerca del valor y el deber se suelen asignar a la ética, y la ética pasa por ser una disciplina filosófica. Lo que un objeto vale lo vale en razón de lo que es. La jerarquía de valores es una jerarquía de seres. Por lo tanto, la teoría del valor, de la que se siguen las normas para la conducta práctica, forma parte de la teoría general del ser u ontología, en la cual hemos de ver la doctrina filosófica fundamental, la «filosofía primera». También es parte de la ontología la ciencia general del espíritu, que a su vez tiene como una de sus partes a la antropología general concebida como ciencia humanística. De esta manera, la antropología que solicitamos como fundamento de la pedagogía habrá de ser una antropología filosófica que estudie, en relación viva con el conjunto de la problemática filosófica, la estructura del hombre y su inserción en las distintas modalidades y territorios del ser a los que pertenece”(35).
iv) Antropología “teológica” – metafísica cristiana
Al inicio de esta presentación, mencionábamos la necesidad de una antropología que propicie una comprensión integral del hombre, es decir, como cuerpo material, como ser vivo, como ser animado y como ser espiritual. Esta última dimensión advierte que la ontología “no debe limitarse al ser creado, sino que debe estudiar la diferencia y la relación existentes entre el ser creado y el increado. Por ello, una antropología que no tuviese en cuenta la relación del hombre con Dios no sería completa, ni podría servir de base para la pedagogía”(36). Es así es que la antropología filosófica necesita de una antropología teológica para completarse (de filosofía y teología se compone el edificio de la metafísica cristiana)(37).
c.2) Análisis preliminar del hombre
  • El hombre como cuerpo material, como ser vivo, ser animado, ser espiritual
Cuerpo material: Por su constitución corporal el hombre es una cosa material, sometida a las mismas leyes que toda materia. Es lo que tenemos ante nuestros ojos en la experiencia viva, quizás lo primero que nos llama la atención cuando no conocemos a alguien(38).
Ser vivo: Es propio de lo vivo poder moverse por sí mismo (mediante un impulso interior). Por tanto, el hombre es cuerpo material que está vivo(39).
Ser animado: Cuando somos capaces de hacer propio el sentir del otro (cuando empatizamos), se nos puede comprender no solo como seres “vivos”, sino también como seres sintientes(40). Podríamos expresarlo todavía mejor, diciendo: como seres animados(41).
Ser espiritual: Entre seres humanos estamos desde el principio en una relación de intercambio de pensamientos, en un comercio espiritual(42).
  • El hombre como persona espiritual: en su posición social y en su individualidad, como ser histórico, comunitario y cultural