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Artículo publicado en la edición Nº 1.204 (OCTUBRE- DICIEMBRE 2019) Autor: Pablo Vidal Para citar: Vidal, Pablo, Un Chile integral y sostenible, en La Revista Católica, Nº1.204, octubre-diciembre 2019, pp.421-423.
   
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Un Chile integral y sostenible Pablo Vidal [1] Gerente general de Sustenta+ y Vocero de Voces Católicas

 
El 18 de octubre trajo para muchos una reflexión profunda sobre el Chile que tenemos y el que queremos tener, aunque para nosotros adquirió un tinte especial.
Viajamos a la playa con mi señora e hijos, con el objeto de cerrar de la forma más natural un ciclo de varios meses desde que decidimos ser familia de acogida, figura a través de la cual un niño que fue vulnerado en sus derechos puede vivir bajo el cuidado de otra familia mientras el tribunal define un mejor futuro. Es una experiencia que nos había ya permitido ahondar profundamente en el Chile real que se hizo sentir fuerte esa misma noche y las semanas posteriores.
Ese día nos despedimos de nuestro “hijo de corazón” para dejarlo en manos de quienes, con mucho amor, cuidan ahora de él. Y por eso fue el mar y la naturaleza el escenario propicio para refugiarnos y acompañar a nuestros hijos en ese duro y especial momento del adiós. Entrega, amor, entorno y desprendimiento fueron las palabras que resonaban, sin saber que adquirirían un sentido mas profundo en el tiempo venidero.
Ser familia guardadora, junto a una larga historia matrimonial de servicio, nos mostró lo mucho que Dios nos quiere, lo mucho que tenemos y lo frágil que somos. Nos regaló la oportunidad de conocer el dolor y la pobreza en sus formas más conmovedoras, pero también revisar el valor que le asignamos a todo lo que hacemos y tenemos; y así como lo menciona el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’, ahondar profundamente lo que está pasando en nuestra Casa común.
Y es que el estallido social, al menos para mí, se explica en un marcado desequilibrio sostenible, en donde muchas veces las definiciones económicas no fueron congruentes del todo con la solución de grandes y abundantes problemáticas sociales y ambientales que aquejan a nuestro país, dejando en evidencia que en Chile no hemos alcanzado aun esa Ecología Integral de la que habla Francisco, y que tanto anhelamos.
Largas horas de trayecto a los trabajos en un sistema público de transporte precario y saturado, salarios que no logran cubrir los ingresos mínimos para una vida digna; discriminación y segregación por razones socioeconómicas, ideológicas o de otros tipos; falta de áreas verdes, una crisis hídrica inminente y montañas de basura; un sistema de salud que no logra resolver a tiempo las dolencias, una educación que no alcanza para asegurar igualdad de oportunidades y finalmente miles de niños, como “el nuestro de acogida”, que esperan en centros de asistencia del Sename que les devuelvan su dignidad y niñez arrebatadas.
Estas son solos algunas de las brechas sustentables que sufre hoy nuestra Casa común y justamente por eso, este es el momento para soñar, repensar soluciones, articular acciones y construir un mejor Chile para el presente y el futuro. Esto nos permitirá plantearnos el desafío de mirar el desarrollo en un equilibrio orgánico entre lo social, lo económico y lo ambiental; óptica desde la cual los deseo convidar a anhelar y soñar nuestro país.
En lo social, soñemos con nuevas formas de relacionarnos, comunicarnos y vernos; migrando de miradas verticales y asistenciales, a formas horizontales y cercanas, donde los vínculos y la dignidad sean prioritarios. Soñemos con que nos reconozcamos como hijos de Dios, sin importar el lugar donde nacimos, estudiamos o vivimos.
Soñemos que para resolver nuestras diferencias optaremos preferentemente por el respeto y el diálogo.  Soñemos con la superación de la pobreza, con un sistema educativo que saque lo mejor de nuestros niños; y con salarios, trabajos y pensiones dignas que devuelvan a los padres a pasar más tiempo con sus hijos. Soñemos con una sociedad inclusiva, donde las diferencias sean nuestra mayor riqueza, donde la nacionalidad, la etnia, el género y/o la discapacidad no sean impedimento para disfrutar de nuestra Casa común.
En lo económico, soñemos con muchas más personas atreviéndose a estilos de vida más sencillos y simples, disfrutando de “lo poco” y compartiendo “lo mucho”. Soñemos con modelos que avancen desde lo individual a lo colectivo, reinventando el objetivo de la acumulación de recursos.
También soñemos con nuevas formas de consumo, donde privilegiemos los productos y servicios no por sus precios, sino por el bien que le hacen a nuestra Casa común, apoyando a los pequeños y medianos emprendedores, en especial aquellos que están en nuestras localidades, o aquellos que promueven el comercio justo y el triple impacto.
Soñemos también que nuestras decisiones económicas sean siempre salvaguardadas por una mirada ética, especialmente centrada en la dignidad humana; y con que la transparencia y la rendición de cuentas sea un estándar mínimo para nuestro actuar.
Y en lo ambiental, sueño mucho últimamente.
Primeramente, soñemos con que lograremos alcanzar un gran acuerdo para enfrentar los efectos devastadores del Cambio Climático incorporando tecnologías limpias y bajas en carbono que eviten el aumento de la temperatura y así salvaguardar las vidas de millones de personas en el mundo.
Soñemos que en nuestros colegios, trabajos y familias promovamos el cuidado del entorno y la naturaleza; incorporando en nuestros hábitos, la reducción del consumo y la gestión de nuestros desperdicios, favoreciendo su reutilización y/o reciclaje.
Y, finalmente, soñemos con un mayor cuidado del ecosistema, tanto terrestre como marino, cuidando el consumo y las fuentes de agua, evitando su desperdicio y velando porque a ningún ser humano le falte.
Nuestra Casa común es una sola; todo y todos somos parte fundamental de ella. Transformemos juntos esta crisis sustentable en una oportunidad Integral, para que lo que construyamos de ahora en adelante, no sea un sueño sino realidad.
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Un Chile integral y sostenible Pablo Vidal [1] Gerente general de Sustenta+ y Vocero de Voces Católicas

 
El 18 de octubre trajo para muchos una reflexión profunda sobre el Chile que tenemos y el que queremos tener, aunque para nosotros adquirió un tinte especial.
Viajamos a la playa con mi señora e hijos, con el objeto de cerrar de la forma más natural un ciclo de varios meses desde que decidimos ser familia de acogida, figura a través de la cual un niño que fue vulnerado en sus derechos puede vivir bajo el cuidado de otra familia mientras el tribunal define un mejor futuro. Es una experiencia que nos había ya permitido ahondar profundamente en el Chile real que se hizo sentir fuerte esa misma noche y las semanas posteriores.
Ese día nos despedimos de nuestro “hijo de corazón” para dejarlo en manos de quienes, con mucho amor, cuidan ahora de él. Y por eso fue el mar y la naturaleza el escenario propicio para refugiarnos y acompañar a nuestros hijos en ese duro y especial momento del adiós. Entrega, amor, entorno y desprendimiento fueron las palabras que resonaban, sin saber que adquirirían un sentido mas profundo en el tiempo venidero.
Ser familia guardadora, junto a una larga historia matrimonial de servicio, nos mostró lo mucho que Dios nos quiere, lo mucho que tenemos y lo frágil que somos. Nos regaló la oportunidad de conocer el dolor y la pobreza en sus formas más conmovedoras, pero también revisar el valor que le asignamos a todo lo que hacemos y tenemos; y así como lo menciona el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’, ahondar profundamente lo que está pasando en nuestra Casa común.
Y es que el estallido social, al menos para mí, se explica en un marcado desequilibrio sostenible, en donde muchas veces las definiciones económicas no fueron congruentes del todo con la solución de grandes y abundantes problemáticas sociales y ambientales que aquejan a nuestro país, dejando en evidencia que en Chile no hemos alcanzado aun esa Ecología Integral de la que habla Francisco, y que tanto anhelamos.
Largas horas de trayecto a los trabajos en un sistema público de transporte precario y saturado, salarios que no logran cubrir los ingresos mínimos para una vida digna; discriminación y segregación por razones socioeconómicas, ideológicas o de otros tipos; falta de áreas verdes, una crisis hídrica inminente y montañas de basura; un sistema de salud que no logra resolver a tiempo las dolencias, una educación que no alcanza para asegurar igualdad de oportunidades y finalmente miles de niños, como “el nuestro de acogida”, que esperan en centros de asistencia del Sename que les devuelvan su dignidad y niñez arrebatadas.
Estas son solos algunas de las brechas sustentables que sufre hoy nuestra Casa común y justamente por eso, este es el momento para soñar, repensar soluciones, articular acciones y construir un mejor Chile para el presente y el futuro. Esto nos permitirá plantearnos el desafío de mirar el desarrollo en un equilibrio orgánico entre lo social, lo económico y lo ambiental; óptica desde la cual los deseo convidar a anhelar y soñar nuestro país.
En lo social, soñemos con nuevas formas de relacionarnos, comunicarnos y vernos; migrando de miradas verticales y asistenciales, a formas horizontales y cercanas, donde los vínculos y la dignidad sean prioritarios. Soñemos con que nos reconozcamos como hijos de Dios, sin importar el lugar donde nacimos, estudiamos o vivimos.
Soñemos que para resolver nuestras diferencias optaremos preferentemente por el respeto y el diálogo.  Soñemos con la superación de la pobreza, con un sistema educativo que saque lo mejor de nuestros niños; y con salarios, trabajos y pensiones dignas que devuelvan a los padres a pasar más tiempo con sus hijos. Soñemos con una sociedad inclusiva, donde las diferencias sean nuestra mayor riqueza, donde la nacionalidad, la etnia, el género y/o la discapacidad no sean impedimento para disfrutar de nuestra Casa común.
En lo económico, soñemos con muchas más personas atreviéndose a estilos de vida más sencillos y simples, disfrutando de “lo poco” y compartiendo “lo mucho”. Soñemos con modelos que avancen desde lo individual a lo colectivo, reinventando el objetivo de la acumulación de recursos.
También soñemos con nuevas formas de consumo, donde privilegiemos los productos y servicios no por sus precios, sino por el bien que le hacen a nuestra Casa común, apoyando a los pequeños y medianos emprendedores, en especial aquellos que están en nuestras localidades, o aquellos que promueven el comercio justo y el triple impacto.
Soñemos también que nuestras decisiones económicas sean siempre salvaguardadas por una mirada ética, especialmente centrada en la dignidad humana; y con que la transparencia y la rendición de cuentas sea un estándar mínimo para nuestro actuar.
Y en lo ambiental, sueño mucho últimamente.
Primeramente, soñemos con que lograremos alcanzar un gran acuerdo para enfrentar los efectos devastadores del Cambio Climático incorporando tecnologías limpias y bajas en carbono que eviten el aumento de la temperatura y así salvaguardar las vidas de millones de personas en el mundo.
Soñemos que en nuestros colegios, trabajos y familias promovamos el cuidado del entorno y la naturaleza; incorporando en nuestros hábitos, la reducción del consumo y la gestión de nuestros desperdicios, favoreciendo su reutilización y/o reciclaje.
Y, finalmente, soñemos con un mayor cuidado del ecosistema, tanto terrestre como marino, cuidando el consumo y las fuentes de agua, evitando su desperdicio y velando porque a ningún ser humano le falte.
Nuestra Casa común es una sola; todo y todos somos parte fundamental de ella. Transformemos juntos esta crisis sustentable en una oportunidad Integral, para que lo que construyamos de ahora en adelante, no sea un sueño sino realidad.